124. RECOMENZAR
[FRANCESCO]
El sol ya está alto cuando salgo de la habitación. Sofía y Tiziano duermen, acurrucados uno junto al otro. Por un momento me quedo en el umbral observándolos: la luz dorada cayendo sobre su piel, el silencio del amanecer que apenas rompe el suave ritmo de sus respiraciones. Podría quedarme así toda la vida, pero no puedo. No todavía.
Hay cosas que tengo que arreglar.
Me visto rápido, tomo mi teléfono y bajo al lobby del hotel. El ruido de los periodistas afuera sigue, pero los guardias los mantienen a raya. En un rincón tranquilo, junto a la ventana, marco el número de Carlo Benedetti, mi abogado de confianza desde hace años.
—Francesco, finalmente llamas —responde con ese tono mitad alivio, mitad preocupación—. Estás en todos los titulares del mundo.
—Lo sé —respondo, con la voz firme—. Pero no me interesa la prensa ahora. Quiero hablar de Soyer.
Hay un silencio breve del otro lado.
—¿Qué quieres hacer exactamente?
—Demandarlo. Por difamación, manipulación de material pri