El día del baile llegó y una mezcla de nervios y emoción me recorre desde la punta de los dedos hasta el corazón. Sé bailar, sé cómo comportarme, pero estar entre desconocidos —muchos de los cuales claramente me detestan— me hace sentir vulnerable, expuesta.
Sonrío con un dejo de tristeza; este evento siempre fue un sueño mío, un sueño idealizado junto a Adán, un sueño que jamás se materializó… hasta hoy.
—¿Te sientes bien, Eva? —pregunta Nikolaus, tomando mi mano con firmeza y besando el dorso con esa calma que siempre logra desarmarme.
—Sí… solo un poco intranquila —susurro, sintiendo que mi voz tiembla delatando mi nerviosismo.
—Lo entiendo perfectamente —responde él, rozando mi mejilla con su mirada—. Con suerte, la próxima semana volveremos a casa. Aún nos queda la convención de vinos y hablar con algunas bodegas locales.
—Lo sé, Nik —digo, deslizando mis manos detrás de su cuello y acercando nuestros rostros, tan cerca que puedo sentir su respiración, su calor, y un temblor me re