Eva Davies.
Tener a Nikolaus tan cerca me consume. Su olor, su calor, la fuerza de sus brazos que quiero sentir siempre… cada latido suyo resuena dentro de mí como un llamado imposible de ignorar. Apenas sus labios rozan los míos, siento que me ahogo en deseo y ternura, como si fuese la primera vez que alguien me mira y me hace sentir completa, viva.
—Nik —susurro, la voz rota, ahogada.
—Eva —responde él, y el mundo se detiene—. Eres la mujer que siempre amaré.
Quise gritar que yo también lo amo, con cada fibra de mi ser, que lucharé por nuestro amor, por nuestros sueños, que a su lado me siento invencible. Pero no puedo sostener la intensidad de todo lo que siento. Apenas puedo respirar, y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho.
Golpes insistentes en la puerta rompen nuestra burbuja, y Nikolaus se aparta, molesto, dejando un vacío que quema. Sale apresurado a atender la emergencia en su empresa: inversiones retiradas, su padre sufriendo un preinfarto. Siento culpa, un peso irracio