Es tu hija.
—Contesta a qué hija te refieres— volvió a preguntar Jax, con el ceño fruncido, sin dejar de atravesar a Aitana con la mirada, como si quisiera arrancarle la verdad a la fuerza.
Ella sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. El aire se volvió denso, difícil de respirar, y por un instante creyó que iba a desmayarse allí mismo.
«De verdad tendré que contarle sobre Anny», pensó, asustada, analizando los pros y los contras, ya que sabía que decirlo podía destruirla por completo.
Jax podía quitarle a Anny. Podía usar su poder, su dinero, su influencia, y arrebatársela sin pestañear. Y peor aún, podía convencerse de que ella se había embarazado de él a propósito, de que había creado una trampa.
Ya la odiaba… y podría odiarla más. Mucho más. Tratarla como si fuera una mujer sin moral, una puta capaz de cualquier cosa.
Movió la cabeza de un lado a otro, negada a exponer la existencia de Anny, como si así pudiera protegerla. Pero entonces pensó en la fiebre, en el hospital, en el cuerpo peq