Quiero a mamá.
Jax soltó el cuello de Aitana de inmediato y se agachó para cargar al niño.
El pequeño rompió a llorar, aferrándose a su cuello con desesperación, enterrando el rostro en él.
—Quiero a mamá —sollozó, articulando atropelladamente las palabras—. Quiero abrazo…
Aitana apenas entendió. Ese pequeño hablaba más enredado que su pequeña Anny. Aun así, cada sílaba le atravesó el pecho.
No pensó. No midió consecuencias.
Lo tomó en brazos.
El pequeño acomodó la cabeza en su hombro de inmediato, buscando refugio, como si ese gesto le resultara natural, instintivo. Como si la reconociera.
Aitana se derrumbó. Las lágrimas le cayeron sin control mientras lo apretaba contra su pecho, con un nudo insoportable en la garganta.
Jax miró. Los segundos se hicieron eternos. Finalmente apartó el rostro y apretó los dientes con fuerza.
—Está bien… tú ganas —dijo al fin—. Irás con esa niña.
Aitana levantó la mirada, incrédula. No dijo nada. Simplemente se dio la vuelta.
—No, tan rápido… —la detuvo él.
Ella se