La mirada tensa de Sávio delata su inquietud. No está dispuesto a dejar que el asunto muera hasta descubrir quién está interfiriendo en su relación.
— ¡Dilo de una vez, Mari! — exige, con la voz más alta de lo que pretendía. — ¿Quién está intentando destruir nuestra paz?
Marina lo encara con el corazón acelerado por el estrés del momento. Quiere calmarlo, pero sabe que cualquier palabra equivocada puede inflamar aún más la situación.
— Habla más bajo, Sávio — pide, casi en un susurro. — Mis padres pueden escuchar.
— ¡Entonces dilo ya! — insiste él, impaciente, sus ojos fijos en los de ella buscan respuestas claras y directas.
Ella suspira, intentando encontrar las palabras correctas. No quiere contar que fue Víctor quien le dijo aquello, pero tampoco desea que ese clima quede entre los dos.
— Mira, yo confío en ti, ya te lo dije. Posiblemente fue un malentendido. Quien me habló de eso probablemente se confundió — dice, intentando convencerlo y también convencerse a sí misma. — Yo mism