Al llegar a casa, exhausta tras un largo día de trabajo, todo lo que Marina desea es un momento de paz, donde pueda desconectar la mente y descansar el cuerpo. Se apresura a darse una ducha relajante, permitiendo que el agua caliente lave el cansancio acumulado. Cuando está a punto de ponerse su pijama cómodo, un pensamiento invade su mente, dejándola tensa. Recuerda la promesa que le había hecho a Sávio: se verían esa noche.
— Maldición — murmura para sí misma, sintiendo un peso en el pecho.
Sentándose en la orilla de la cama, siente la conciencia pesar por el compromiso que había asumido. Su mente estaba lejos, repleta de recuerdos y confusiones que ella misma aún no entendía por completo. La tarde que pasó con Víctor, llena de emociones intensas y momentos inesperados, la deja profundamente desconcertada. No logra apartar de su mente las imágenes de los toques, las miradas, la forma en que él la trató.
Sin querer, Marina comienza a comparar las actitudes de Víctor con las de Sávio,