Al entrar en la habitación, Víctor se sienta al borde de la cama y, con un gesto rápido, afloja la corbata, soltando un suspiro pesado. La conversación de sus hijos aún resuena en su mente, dejándolo visiblemente incómodo.
—¿Dónde se ha visto…? —murmura para sí mismo, negando con la cabeza en señal de incredulidad—. ¿Mi niñita enamorada?
Frunciendo el ceño, se levanta y camina lentamente hacia el baño, sintiendo el peso de la preocupación sobre los hombros. Se quita la ropa con movimientos automáticos, como si intentara deshacerse de los pensamientos molestos junto con las prendas. Todo lo que desea es que el agua caliente de la ducha se lleve consigo esa inquietud que insiste en no dejarlo en paz.
Después de unos minutos bajo el agua, Víctor sale, sintiendo que el calor del baño alivia ligeramente sus preocupaciones. Camina hasta el vestidor, revisando los estantes en busca de algo cómodo e informal. Elige un pantalón vaquero negro y una camisa azul de manga corta, vistiéndose con ra