Cuando el avión aterriza en Río de Janeiro, ya es de madrugada. Marina siente el cansancio invadir su cuerpo, pero intenta no demostrarlo. No sabe exactamente qué esperar a partir de ese momento, ya que, desde que subieron al avión, ella y Víctor apenas han intercambiado palabras.
—¿A qué hotel vamos? —pregunta, mientras camina a su lado hacia la salida del aeropuerto.
—No nos quedaremos en un hotel, sino en mi apartamento que tengo aquí —responde él, sin disminuir el ritmo de sus pasos, con la naturalidad de quien ya lo tenía todo decidido.
Marina se detiene bruscamente, sorprendida por la respuesta de Víctor.
¿Quedarse en el mismo apartamento? ¿Solos?
La idea la inquieta. No es exactamente miedo por lo que pueda suceder, pero el simple hecho de compartir el mismo espacio durante una semana la deja incómoda.
—¿No cree que sería mejor dejarme en un hotel? —sugiere, aún intentando aceptar la situación.
Víctor se detiene y la mira, con esa mirada cargada de provocación que ella ya conoc