Ava permanecía despierta en medio de la oscuridad, envuelta en el silencio de la habitación. La tenue luz que se colaba por la ventana dejaba ver la silueta de Ethan acostado en el sillón, con un brazo bajo la cabeza y el otro sobre el pecho.
Una sonrisa, suave e involuntaria, se dibujó en sus labios. ¿Por qué no se había ido a otro lugar? Si la señora Sophie se enteraba, iba a quitarle la cabeza a los dos sin pensarlo.
Sin embargo, el hecho de que él aún estuviera allí, en esa misma habitación, le provocaba un calorcito inexplicable en el pecho.
No quería permitirse soñar con él… pero no podía evitarlo. En su mente se formaban imágenes de cómo sería su vida si Sophie Laurent no existiera.
Era un pensamiento egoísta, lo sabía, pero por esa noche se permitió soñar un poco, con una pequeña sonrisa todavía iluminándole el rostro.
Ethan, por su parte, no podía conciliar el sueño. Se movió sobre el sillón, incómodo, y cuando giró la cabeza, el aire se le escapó al ver a Ava con los ojos