Ava seguía en la habitación, inmóvil, con la luz pálida de la mañana bordeando las cortinas.
El mensaje de la clínica ardía en su retina. Sentía el corazón golpeándole el pecho y la respiración desigual, como si le faltara aire.
—Tengo que decírselo a Ethan —murmuró.
El impulso se quebró de inmediato: en su mente apareció Sophie, furiosa, con los ojos encendidos y la voz cortante. La imaginó gritándole, exigiendo explicaciones, rompiendo el contrato sin mirar atrás.
Un escalofrío la atravesó entera. Llevó la mano al vientre y lo acarició con suavidad, como buscando sostén.
—Si Sophie se entera será el fin del contrato… y este bebé… también es mío —se dijo, con un hilo de voz—. Carne de mi carne… sangre de mi sangre.
Las lágrimas se le acumularon. Tenía un hijo con Ethan. Hijo de ambos. Un error, sí, pero real.
Un calor pequeño le recorrió el pecho y por un segundo sonrió, asustada de su propia alegría. Luego sacudió la cabeza para enfocar y mordió su labio inferior hasta domar el t