Ava miró su reflejo por última vez.
El vestido que Maya le había traído le quedaba perfecto, como hecho a medida. El tono borgoña resaltaba su piel clara y el sutil maquillaje la hacía ver distinta.
Casi no se reconocía.
—¿De verdad crees que está bien? —preguntó con nerviosismo mientras giraba sobre sus talones.
—Estás espectacular —respondió Maya, tomando el rizador de pestañas con una sonrisa cómplice—. Que esa mujer sepa que no está lidiando con cualquier chica.
Ava bajó la mirada.
—No quiero provocar a Sophie. Ni siquiera debería importarme lo que piense... pero no puedo evitar sentir que camino por una cuerda floja.
—No estás haciendo nada malo —insistió Maya—. Tú estás cumpliendo con tu parte del trato. Ellos te buscaron a ti.
Recordó las cajas de diseñadores que había llegado días atrás. La nota escrita con su caligrafía perfecta: "Espero que te gusten. Sophie me ayudó a elegirlos".
Era parte del acuerdo, todo estaba estipulado. Pero no podía evitar sentirse como una muñeca