La lluvia es fuerte esa noche; debería estar en su casa cenando con su familia y hablando sobre cómo van las cosas en la empresa, aunque sobre la empresa no había nada bueno para decir; estaban por irse a la quiebra y su esposa e hijas no sabían nada. Por ello ahora se encontraba afuera de un casino; le habían informado que ahí podría encontrar a Víctor, un jefe de mafia que podría ayudarlo si le ofrecía algo que lo beneficie.
En un momento pensó en hacerlo socio, pero luego escuchó sobre un rumor. Víctor estaba buscando a una mujer que pudiera ser una madre ejemplar para su hija. Para Saúl, fue inevitable no pensar en su hija mayor, Rebeca, pues ella adora a los niños. Además, podría armar un excelente plan que los beneficie a él y a su familia, gracias a la ambición de su hija.
Bajó del auto; apenas ingresa al establecimiento, pregunta por su objetivo. Los guardias le indican dónde encontrarlo; él sigue las indicaciones y no tarda mucho en verlo. Sentado en una mesa privada mientras habla con otro hombre.
—Buenas noches, señor Víctor.
Saluda interrumpiendo la charla que ambos tenían en voz baja.
—Usted debe ser Saul Flores… —Víctor mira a su acompañante y él entiende el mensaje, retirándose para darle su lugar al viejo.
—Ese mismo soy, con permiso… —Se acomoda en frente de él. —Le agradezco que me ofrezca un momento de su tiempo.
—Preferiría que vaya al grano… —responde sin mucho interés. —Sé que necesita dinero para que su empresa no se vaya a la quiebra.
—Exacto.
—Pero, ¿Qué puedo sacar yo de esto?
Saul piensa en su hija; internamente pide que las cosas se den y que su hija acceda. A pesar de ser muy ambiciosa, era muy complejo a veces tratar con ella.
—Tengo una hija, se llama Rebeca… —Saca una revista en la que sale su hija. —Trabaja como modelo y en sus tiempos libres ayuda a orfanatos.
Víctor observa la foto de la mujer; era hermosa. Ya antes la había visto, puesto que su pequeña ama el modelaje y admira a Rebeca Flores.
—Sé que busca a una buena esposa, y déjeme decirle, no es porque sea mi hija, pero no he visto a nadie que ame a los niños como ella. Es muy atenta y dedicada a sus cuidados, por lo que pienso que si se compromete con mi hija, podrá parar de buscar a esa persona ejemplar que desea.
Víctor analiza la propuesta; la cantidad de dinero que Saúl necesita para saldar sus deudas y no irse a la quiebra pasa de los treinta millones y, poniendo eso en una balanza y comparándolo con lo que más necesita, le parece fiable.
Él necesita a alguien que esté ahí para Alma cuando él no pueda, además de que su pequeña siempre se ha preguntado por su madre verdadera. Respuesta que Víctor evita dar por el momento; por ello busca a alguien que pueda ocupar el lugar que su hija necesita.
—Hagamos algo… —Saul escucha atentamente. —Concreta una cita para mí con tu hija; si me agrada para el puesto, haremos negocios.
Saul siente su alma regresar a su cuerpo; ahora solo le quedaba hablar con Rebeca y esperar a que ella acceda a este plan.
—Claro que sí, por favor, dame tu número y te llamaré apenas ella tenga tiempo para verse contigo.
Víctor le pasa el número de su asistente; por medio de ella se podrán comunicar una vez hayan fijado una fecha. Saul agradece por su tiempo antes de retirarse y regresa tan pronto como puede a su casa; habla por teléfono con su esposa mientras conduce y pregunta por Rebeca. Para su agradable respuesta, su hija se encontraba en casa, por lo que podía hablar con ella directamente sobre esto.
Con algo de suerte podría agarrar a Rebeca en buen estado y que se tome con calma sus planes. Tan pronto llega, estaciona el auto y corre hasta la casa cubriéndose de la lluvia con la revista de su hija. Entra y saluda como de costumbre a su esposa con un beso, va hasta la oficina de su hija. Ella está en compañía de Fabio, su mejor amigo, hablando sobre proyectos que ayuden a los orfanatos menos favorecidos.
—Señor Saul, buenas noches… —saluda Fabio apenas lo ve.
—Buenas noches, padre… —habla Rebeca sin despegar su vista de la computadora. —¿Cómo te fue en tu reunión?
—Digamos que bien… —Rebeca despega su vista de la computadora y se quita sus lentes para ver a su padre. —La cosa es que necesito hablar urgente contigo.
—Fabio, ¿podrías darnos unos segundos, por favor?
—Oh, claro.
Fabio tomó los papeles en los que trabajaba y se retiró para darles su privacidad.
—¿Qué sucede?
Saul respira profundo antes de hablar; le confiesa a su hija la delicada situación en que se encuentra su empresa por deudas, por lo que tuvo que recurrir a pedir dinero a un jefe de mafia. Cuando le ha dicho esto, Rebeca explota alterada, preguntando si su madre sabe de esto, a lo que claramente él responde que “No”.
—¡¿Te enloqueciste?! ¿Qué vas a hacer cuando debas pagarle a esa gente?
—Para eso te necesito.
—Oh no, definitivamente no… —negó levantándose de su silla.
—Escúchame, es algo que te favorecerá… —Rebeca le presta atención y le deja hablar. —Víctor es un hombre que busca una madre ejemplar para su hija, así que le dije que tú podrías ser una madre excelente.
—Oh, mi Dios. ¿¡Me usaste como método de pago a un viejo asqueroso?!
—No, no, no. Él es un hombre de treinta años; incluso me atrevería a decir que es de tu tipo.
—Papá.
—Escúchame, solo debes conocerlo. Si le das una excelente impresión, él accederá a darme el dinero. Además, por el momento estarán comprometidos, pero si lo enamoras y te logras casar con él, podrías quedarte con todo.
Rebeca piensa bien la situación; no estaba del todo mal. Le gustaba cómo sonaba esa idea; si lograba tener todo ese poder, podría hacer muchas cosas que no ha podido.
—Además, si te molesta mucho, podrías matarlo luego de haberlo enamorado y haberte quedado con todo.
—Las cosas que dices, papá… —Ríe ante su idea, pero no estaba mal.
Rebeca no tiene planes para entregarse al amor por estos tiempos, por lo que la idea de tener a alguien a su lado y que no ama le fastidia, pero si para conseguir lo que quiere debe llegar a este punto, no estaría tan mal.
—Está bien, te ayudaré.
—Recuerda, debes causar una gran impresión en él.
—No te preocupes, no será nada difícil.
Sonríe pensando en el nuevo camino que ha tomado su vida. Si quería matarlo y quedarse con todo, tendría que trabajar duro para ganarse la confianza de todos sus trabajadores, para que nunca duden de ella; tendría que esforzarse demasiado para obtener todo lo que desea.
—Fija un encuentro para el lunes.
—¡¿El lunes?!... —exclamó, no estando de acuerdo; entre más rápido, sería mejor.
—Papá, no podemos vernos tan desesperados. Además, debe saber que soy una persona ocupada.
—Bien. Confío en lo que haces.