Nicolás salió disparado de su oficina, dejando la reunión a la mitad y sin dar explicaciones. El corazón le latía con una mezcla de ansiedad y esperanza mientras su chofer conducía a toda velocidad hacia el aeropuerto privado de la familia Lancaster. Sabía que era ahora o nunca. Si la dejaba ir de nuevo, tal vez esta vez no regresaría jamás. No podía permitirse perderla otra vez.El trayecto se hizo eterno, aunque fueron apenas veinte minutos. Cuando llegaron al hangar C, ya había una multitud reunida. Los medios se habían enterado del aterrizaje del avión privado y estaban grabando cada segundo. Cámaras, micrófonos y flashes inundaban la pista mientras un murmullo generalizado recorría el lugar. Todos querían ver a la mujer que había desaparecido sin dejar rastro, la esposa de Nicolás Lancaster, y más aún, la futura madre del heredero de uno de los hombres más poderosos del país.Y allí estaba ella. Hellen.Descendía del avión como si caminara sobre una alfombra roja. Su porte era se
Julio estaba sentado en el sofá, con la televisión encendida y el control remoto en la mano. No prestaba atención a las noticias, al menos no hasta que el presentador cambió el tono de voz y apareció en pantalla una imagen que le hizo hervir la sangre.—Y en otras noticias, Hellen Lancaster, esposa del heredero de los Lancaster, ha regresado a la ciudad tras una misteriosa ausencia. La joven fue vista en el aeropuerto con una notable pancita de embarazo, acompañada por su inseparable amiga y custodiada por los guardaespaldas de la familia...Julio se quedó paralizado. El rostro de Hellen apareció en la pantalla, luciendo serena, elegante… embarazada. El estómago se le hizo un nudo. Los músculos de su rostro se tensaron. Su vista se nubló por unos segundos. Y entonces, estalló.—¡Maldita sea! —gritó, tomando la taza que tenía en la mano y lanzándola con fuerza contra la pared. El objeto se hizo añicos, esparciendo café caliente por el suelo y dejando un silencio tenso en la sala.Su re
Esa noche, Nicolás no pudo dormir.Se revolvía en la cama, una y otra vez, con el corazón oprimido por la frialdad de las palabras de Hellen. Su voz resonaba como un eco sin fin:“Este bebé es más mío que tuyo.”Lo había perdido. Y no hablaba solo de ella, sino también de lo que representaban como familia. Pero algo dentro de él se negaba a rendirse.Ya no era por el contrato, ni por el apellido Lancaster, ni por su padre. Era por ella. Por Hellen. Por el bebé que crecía en su vientre. Por las veces que no la protegió, por los silencios, por las humillaciones. Por todo lo que no fue capaz de decirle cuando aún podía hacerlo.Así que esa mañana, mientras el sol se filtraba por los enormes ventanales de la mansión, Nicolás se levantó con un solo propósito: demostrarle que no era el mismo.Bajó a desayunar, y como pocas veces, fue él quien se adelantó a la cocina. Preparó personalmente un desayuno para Hellen. No sabía mucho de cocina, pero recordaba que ella amaba el pan tostado con agu
El sol del mediodía se colaba por las cristaleras de la boutique más exclusiva de la ciudad. Cecilia, entusiasmada, caminaba por los pasillos de mármol pulido, observando los vestidos de diseñador, mientras Hellen la seguía con paso más lento, con la mano sobre su vientre.—Debes consentirte —insistió Cecilia—. A veces te comportas como una mártir. Vamos, Hellen, si no lo haces por ti, hazlo por mi futuro sobrino.Hellen soltó una risita leve, la primera en días. Se sentía más tranquila, y aunque su corazón aún estaba hecho un caos, había decidido seguir adelante con su vida. Por ahora.Eligió dos vestidos sencillos y un conjunto para maternidad. Nada extravagante. Su estilo era sobrio y elegante. Iba camino al probador cuando una voz desagradablemente conocida rompió el ambiente.—Vaya, vaya… si no es la señora Lancaster en persona.El corazón de Hellen se detuvo por un segundo. Al girar la cabeza, lo vio.Julio.Lucía un uniforme de la tienda. Parecía estar en el área de atención al
El atardecer teñía de tonos dorados las calles de la ciudad, pero en la cafetería discreta donde Julio y su amiga Raquel se reunían, el ambiente era oscuro, cargado de rencor y planes encubiertos.Raquel tamborileó los dedos sobre la mesa mientras miraba fijamente a Julio, tratando de descifrar su expresión.—¿Qué piensas hacer? —preguntó finalmente, entornando los ojos—. Ya te demostró que la prefiere a ella. A Hellen. No a ti.Julio sonrió, pero no fue una sonrisa de tristeza ni de resignación. Era una sonrisa fría, cargada de algo más.—No te preocupes —dijo en voz baja, como si temiera que alguien pudiera escucharlos—. Lo tengo todo controlado. Le hare pagar su traición.Raquel frunció el ceño. No entendía nada. Julio sacó un sobre grueso de su chaqueta y lo deslizó lentamente hacia ella. Raquel, curiosa, lo abrió con manos temblorosas.Dentro había un expediente.Y en el primer folio, una fotografía.Raquel alzó una ceja, impresionada. La imagen mostraba a una joven de belleza de
Hellen había regresado para celebrar el cumpleaños de su novio. Habían pasado tres largos años desde que partió, y no veía la hora de reencontrarse con la persona que amaba.Llevaba un pastel de cumpleaños entre sus manos, segura de que la sorpresa sería inolvidable. Marcel y ella planeaban casarse en unas semanas, y su regreso marcaba el inicio de los preparativos para la boda.El ascensor se detuvo, y Hellen caminó con elegancia por los pasillos del lujoso edificio. Marcel pertenecía a una de las familias más acaudaladas de la ciudad, y eso siempre le había dado un aire de perfección a su relación.Una sonrisa se dibujó en sus labios al imaginar su reacción. “Seguro estará tan emocionado de verme”, pensó mientras colocaba la llave en la cerradura. Las luces del apartamento se encendieron automáticamente al entrar.Caminó hasta la mesa del centro de la sala, dejó el pastel con cuidado y apagó las luces de nuevo. Luego se escondió en la habitación, esperando ansiosa el momento de l
—¡¿Qué dices, papá?! —exclamó Nicolás, molesto—. Esto debe ser una broma de mal gusto. Vine para hablar sobre el futuro de la empresa, no de matrimonio.Roger soltó un suspiro pesado. Convencer a su hijo de casarse era algo realmente complicado. Nicolás, con 29 años, joven, elegante y muy apuesto, tenía muchas mujeres a su merced esperando por su atención.Pero su hijo ni siquiera se dignaba a mirarlas, y eso le preocupaba. No le conocía ni una sola novia. Necesitaba nietos. No quería morir sin conocer a los próximos herederos de la fortuna Lancaster. Su hijo realmente necesitaba una familia.—Lo lamento, pero estoy envejeciendo. Quiero verte casado, con una familia. ¿Acaso mis deseos no te importan? Moriré pronto y no tendré la dicha de conocer a mis nietos.Nicolás no sabía qué decir. Era la quinta vez que su padre insistía en que se casara, pero no estaba interesado en formar una familia.Miró a su asistente de reojo. Notó que el joven tecleaba algo en la computadora, aparentem
Hellen estaba de pie frente a la enorme mansión de su actual esposo. Había firmado el acta de matrimonio esa misma mañana.Ingresó al lugar con paso firme, su andar elegante reflejaba la seguridad que siempre la había caracterizado. Su cabellera negra, que caía hasta su cintura, brillaba bajo la luz, y sus ojos verdes, tan intensos como dos esmeraldas, se pasearon con curiosidad por la sala de estar.Era una mansión impresionante, digna de una mujer como ella. Sin embargo, su expresión se tensó al notar que no había rastro de Nicolás. ¿Acaso había olvidado que ella llegaría esa tarde?—Señora, soy el mayordomo. Lamento informarle que el señor Lancaster no vendrá esta noche. Tiene mucho trabajo. Por favor, sígame, le mostraré su habitación.Hellen frunció el ceño. ¿Cómo era posible que su esposo la ignorara el mismo día de su boda? Aquello era inadmisible.—¿Dónde está mi esposo? —preguntó con evidente molestia.Había crecido acostumbrada a ser el centro de atención. Era una mujer