Nicolás salió disparado de su oficina, dejando la reunión a la mitad y sin dar explicaciones. El corazón le latía con una mezcla de ansiedad y esperanza mientras su chofer conducía a toda velocidad hacia el aeropuerto privado de la familia Lancaster. Sabía que era ahora o nunca. Si la dejaba ir de nuevo, tal vez esta vez no regresaría jamás. No podía permitirse perderla otra vez.
El trayecto se hizo eterno, aunque fueron apenas veinte minutos. Cuando llegaron al hangar C, ya había una multitud reunida. Los medios se habían enterado del aterrizaje del avión privado y estaban grabando cada segundo. Cámaras, micrófonos y flashes inundaban la pista mientras un murmullo generalizado recorría el lugar. Todos querían ver a la mujer que había desaparecido sin dejar rastro, la esposa de Nicolás Lancaster, y más aún, la futura madre del heredero de uno de los hombres más poderosos del país.
Y allí estaba ella. Hellen.
Descendía del avión como si caminara sobre una alfombra roja. Su porte era se