Tras haber estado seis años al lado de Arturo Vélez, todo cambió cuando su tío murió y él asumió el legado familiar… junto con la responsabilidad de cuidar a su «joven» tía política, Beatriz Cruz, cuya edad era prácticamente la misma que la de Arturo. Las cosas llegaron al punto en el que Arturo le daba a Beatriz cualquier cosa que ella quisiera. Solo que, jamás imaginé que eso incluiría un bebé. Beatriz le dijo que quería un hijo que llevara la sangre de los Vélez. Y, con su tío fuera del camino, Arturo era el único que podía cumplirle ese deseo. Así que, él también se lo concedió. —Espera un poco más Sabrina —solía decirme—. Solo hasta que ella quede embarazada. Lo que empezó siendo una vez al mes, se transformó pronto en una vez a la semana… hasta convertirse en una rutina nocturna. Durante los casi ocho meses que vivimos en Nueva York, Arturo se quedó con Beatriz más de cien veces, hasta que finalmente, ella quedó embarazada. Poco después, la familia Vélez anunció que Arturo se casaría con ella. —Mami —me preguntó suavemente mi hija, trepándose al sofá junto a mí. Ely, nuestra Ely, «mi» Ely. La hija a la que Arturo jamás había tenido tiempo para atender, preguntó—, ¿alguien se va a casar? La abracé y besé su cabello. —Sí, cariño. Por fin, tu papá va a casarse con el amor de su vida. Ely parpadeó mirando la pantalla. —Pero, ¿qué pasará con nosotras? Sonreí. —Nos vamos a casa, pequeña —le susurré al oído. Arturo olvidó que yo era Sabrina Márquez. Las mujeres Márquez no mendigaban anillos, y, desde luego, no suplicaban amor después de una traición.
Leer másPerspectiva de Sabrina—¿De verdad crees que unas cuantas palabras vacías borrarán todas las mentiras, traiciones y humillaciones, por las que me hiciste pasar? —pregunté, con la voz helada.Él tuvo el descaro de sonreír, realmente sonrió. Fue entonces cuando me di cuenta: todavía no lo entendía.—No me digas que esperas que te perdone y te siga bailando hacia Nueva York después de ese discursito barato, ¿verdad? —dije, con un tono tan afilado como el cristal.Casi me dio risa, casi.—Me das asco, Arturo. Dios, ¿por qué no te vi con mayor claridad antes?Frunció el ceño, la confusión cruzó su rostro. No estaba acostumbrado a que hablara así, o al menos, no a él.—¿Qué… qué dijiste? —preguntó, atónito.No parpadeé. —Dije que eres un asqueroso, Arturo Vélez.Sus mejillas se tiñeron de carmesí, apretó la mandíbula con rabia ofendida. —Me disculpé, Sabrina. ¿Qué más quieres de mí? He venido hasta aquí...Claro, por supuesto que Arturo Vélez pensaba que una disculpa bastaba. Que si aparecía
Perspectiva de SabrinaCuando aterrizamos, Ana ya me esperaba en la pista, sonriendo como cuando éramos niñas y nos colábamos en la oficina de nuestra madre.—Ay, cuánto te extrañé, cariño —susurró, envolviéndome en sus brazos. Su abrazo fue fuerte, familiar y reconfortante. Luego levantó a Ely, cubriéndola de besos en las mejillas.—¡Y Ely! ¿Extrañaste a tu tía?—¡Te extrañé! —rio Ely, abrazando el cuello de Ana.Sonreí, al igual que ellas.Y en ese momento, todo se sintió bien.…—¡La señorita Sabrina ha vuelto!La mansión resonaba con emoción cuando crucé las puertas. El personal y las criadas se arremolinaron con vítores, aunados a abrazos cálidos, dándome la bienvenida como si nunca me hubiera ido.—Vamos —nos instó Ana, entrelazando sus dedos con los míos—. Mamá mandó preparar comida suficiente como para trescientas personas, ya sabes cómo es.La mansión Márquez estaba tal como la recordaba; grandiosa, dorada, pero envuelta en calidez. No necesitaba demostrar nada, simplemente e
Perspectiva de SabrinaNuestro vuelo salió antes de lo previsto. Una pequeña bendición, en realidad.Cuanto antes saliéramos de Nueva York, mejor.Cuando aterrizamos en Las Vegas, las luces de la ciudad ya comenzaban a brillar de esa manera familiar y mareante, como promesas de neón extendiéndose por el desierto.Reservé un hotel, ya que Ely y yo aún tendríamos otro vuelo al día siguiente; Las Vegas nunca fue nuestro destino final.Ely y yo subimos a la parte trasera de un taxi, el conductor tarareaba para sí mientras un segmento de chismes crepitaba por la radio.—¿Puedes creer que Arturo Vélez huyó de su propia boda de Navidad?—¡No puede ser!—Te lo juro, dejó a la novia en el altar. Además, ella está embarazada.—Beatriz Vélez, ¿verdad? ¿Su tía? Bueno, ex tía. En su día, estuvo casada con su tío.—Sí, y aparentemente, la familia Vélez quería mantenerlo todo entre familia. Dicen que Beatriz está embarazada de un niño.—Entonces, ¿por qué la dejó?—Mi fuente dice que salió corriendo
Perspectiva de ArturoVolví a leer su último mensaje, fue frío, medido y definitivo."Espero que disfrutes tu boda hoy. No te molestes en preguntar por nosotras, ya no seremos una preocupación para ti."Eso me enfureció más.¿No eran mi preocupación? Golpeé el teléfono contra el escritorio, con la mandíbula apretada.¿Por qué no pudo ver en qué clase infierno estaba atrapado?No pensé, solo escribí."Sabrina, ¿estás loca? ¿Volaste a tu casa sin decir una palabra? Eso es realmente maduro.""¿Crees que puedes volver a tu antigua vida como si nada hubiera pasado? Diste a luz a mi hija, nuestra hija, así que no puedes simplemente largarte.""Si vuelves, no estaré tan enojado, ¿vale? Las parejas se pelean. Sé que podemos arreglar esto.""Tranquila, no me casé con Beatriz, todo fue un show. Te lo dije, siempre serías mi única señora Vélez."Presioné y envié los mensajes.…Esperé.Un día entero y una maldita noche.Pero nada, ni llamadas, ni mensajes, ninguna señal de que siguiera al otro la
Perspectiva de ArturoPara cuando llegué al aeropuerto, empapado en sudor, la noticia me golpeó como un puñetazo en las costillas: el vuelo a Las Vegas había despegado temprano.Las había perdido.Maldita sea.Me quedé en medio de la terminal, escudriñando la multitud, esperando, no, suplicando por un milagro. Alguna señal de ella, un vestido familiar o la risa de una niña.Pero la terminal estaba vacía.Sabrina se había ido, de regreso a Las Vegas, de vuelta al mundo del que venía, a su hogar.¿Cómo pudo hacerlo?Mi tristeza se tornó rápidamente en algo más ardiente, más agudo. La rabia me consumía, de forma salvaje e irracional.¿Cómo pudo simplemente dejarme? ¿No me había prometido quedarse a mi lado para siempre?Luego llegó la negación; eso no era real. Sabrina no me había dejado, solo estaba yendo a casa a pasar las fiestas, solo necesitaba espacio, eso era todo.Excepto que… en todos los años que estuvimos juntos, nunca me dejó solo y menos sin decir una palabra.¿Y en ese momen
Perspectiva de ArturoUn dolor repentino brotó en mi pecho, agudo y fuerte, y sentí como si algo se me escapara entre los dedos y no pudiera detenerlo.Entonces, la voz dulce de Beatriz irrumpió en mis pensamientos.—¿En qué piensas, Arturo? —ronroneó.Estábamos en el salón nupcial, escondidos en uno de los tocadores reservados para la novia y el novio. La boda sería en minutos, y ella brillaba, satisfecha. Yo… no.—Nada —mentí, tomando mi teléfono—. Solo necesito hacer una llamada.Salí antes de que pudiera seguirme.No había tenido noticias de Sabrina, supuse que todavía estaba enfadada, ya que mi madre había anunciado públicamente mi matrimonio con Beatriz, aunque yo había planeado decírselo en persona.Lo que ella no sabía, ni nadie más, era que esa boda era solo una fachada, el movimiento de una pieza en un juego más grande.Pero justo cuando desbloqueé el teléfono, apareció su mensaje.«Espero que disfrutes tu boda hoy. No te molestes en preguntar por nosotras, ya no se
Último capítulo