Short
Yo Fui el Trato que Él Sacrificó

Yo Fui el Trato que Él SacrificóES

Cuento corto · Cuentos Cortos
KarenW  Completo
goodnovel4goodnovel
8Capítulos
11leídos
Leer
Añadido
Resumen
Índice

Para el mundo, yo era la Señora Herrera, la reina intocable que gobernaba al lado del rey de la mafia de Ciudad Esperanza, Diego Herrera. Pero yo sabía que mi esposo nunca me había amado. Su corazón siempre había pertenecido a Valeria Santos, la esposa de su sobrino. Y, después de que ese sobrino murió convenientemente, Diego la llevó a nuestra mansión. —Solo quiero cuidar mejor de ella —había dicho. Y su versión de «cuidar» consistió en echar a un hombre de una fiesta por atreverse a coquetear con Valeria, para luego dejarla embarazada. Diego solía elogiarme en público como si fuera su esposa perfecta. Y lo era. De hecho, lo había ayudado a construir su imperio. Yo era quien sonreía y actuaba amablemente, la que hizo brillar su casino mientras él escondía a Valeria como si fuera algo sagrado. Debido a todos esos elogios, uno de sus enemigos puso sus ojos en mí y me secuestraron. Le enviaron un mensaje a Diego empapado en sangre y amenazas: «Retírate, abandona Ciudad Esperanza, o tu hermosa esposa morirá». Por supuesto, Diego eligió no retirarse. —Solo espera —me dijo por teléfono—. No te harán daño, Sofía. Eres su garantía. Aguanta hasta que Valeria dé a luz. Entonces, iré por ti. Estuve ocho meses encerrada en un agujero inmundo, hambrienta, golpeada, degradada, mientras el líder de la banda me violaba una y otra vez. Aun así, Diego nunca fue por mí. Finalmente, escapé cuando estaban todos borrachos. Volví a casa solo para encontrar a mis gemelos durmiendo en el cuarto de la servidumbre, comiendo sobras, mientras Diego estaba demasiado ocupado organizando una fiesta para su hija recién nacida. No lo enfrenté, simplemente empaqué las cosas de mis bebés y desaparecí.

Leer más

Capítulo 1

Capítulo 1

Perspectiva de Sofía

Fui secuestrada por los rivales de mi esposo mafioso, pero él no se apresuró a rescatarme. Aunque me dijo «Espérame», estaba demasiado ocupado cuidando a Valeria, la viuda de su sobrino. Así que esperé. Los días se convirtieron en semanas, luego en meses, y casi pasó un año hasta que finalmente me cansé de esperar... y escapé por mi cuenta.

En el momento en que puse un pie en la Mansión Herrera, supe que algo andaba mal.

Serpentinas colgaban de cada ventana, las copas de champán tintineaban y las risas flotaban en la brisa primaveral; era una fiesta, una celebración del primer mes de una bebé llamada Luna.

Me quedé paralizada al ver a Diego, mi esposo, y a Valeria, la viuda de su sobrino, entrar al jardín tomados de la mano. La multitud estalló en vítores, aplaudiendo como focas amaestradas. En brazos de Valeria, vestida con un mar de encaje rosa, estaba una recién nacida, que deduje que era Luna.

Valeria llevaba un vestido blanco, una prenda suave y etérea que la hacía parecer un ángel. Diego hacía juego con ella, con un traje blanco que se ajustaba a su figura alta, mientras apoyaba su mano en la espalda de ella de forma protectora.

Diego levantó su copa de champán, y la multitud cayó en un silencio reverente.

—Hoy —anunció—, celebramos el primer mes de mi hija Luna. Y… —Sonrió, orgulloso, radiante—, tenemos otra buena noticia. Valeria y yo nos vamos a casar. La boda se celebrará en el Casino Herrera. Espero verlos a todos allí.

Así que eso era lo que había mantenido a Diego demasiado ocupado para ir a rescatarme.

La mirada de Diego recorrió la multitud... y, de pronto, se posó en mí.

Por un segundo, su rostro se quebró, pude ver sorpresa, alivio, tal vez incluso alegría. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, el instinto lo empujaba hacia mí... Hasta que Valeria lo agarró del brazo y le susurró algo urgente al oído. Y así, sin más, se quedó dónde estaba.

A mi alrededor, la multitud comenzó a murmurar.

—¿Quién es esa mujer sucia? —susurró alguien.

—Se parece a Sofía, ¿no? —dijo otro—. Pero Sofía está muerta. Diego lo dijo, especificó que hace ocho meses, uno de sus enemigos acabó con ella.

—Cierto —intervino alguien—. Por eso Valeria y él están juntos. Estaban de luto y se unieron por sus pérdidas. Una historia de amor, en la vida real.

¿Estaba muerta?

Todo ese tiempo, yo había estado esperándolo, creyendo que iría por mí, pero ¿él me había declarado muerta ante el mundo solo para poder seguir adelante? ¿Para poder pasear con Valeria enganchada a su brazo y llamar a su hija bastarda «un milagro»?

—Si ella es Sofía —siseó una voz cercana—, entonces Valeria ha estado acostándose con su tío político todo este tiempo.

—Dios —susurró otro—, con razón Diego no esperó a que hubiera un ataúd antes de proponerle matrimonio.

Los susurros se hicieron más fuertes, más afilados. Y Valeria, de pie en el centro de todo, mostró sus emociones, su boca tembló en un puchero, y lágrimas brillantes se asomaron a sus ojos.

Pobre Valeria; su imagen del ángel perfecto comenzaba a resquebrajarse.

—No toleraré este tipo de acusaciones —dijo Valeria, con una voz lo suficientemente temblorosa como para sonar trágica.

Entonces, se dio la vuelta y huyó del escenario.

Diego corrió tras ella, atrapando su mano al borde de la plataforma.

—Valeria, no te alteres por comentarios sin sentido —murmuró, mientras el micrófono seguía captando cada palabra. —Luego se volvió, enfrentando a la multitud—. Valeria no ha hecho nada malo. De hecho, mi hija Luna será la heredera del Casino Herrera.

Así que Luna heredaría todo, entonces, ¿qué pasaría con mis gemelos? ¿Qué pasaría con Camila y Mateo, los niños que una vez juró que continuarían con el legado de los Herrera? ¿Eso también había sido una mentira?

Mi mirada se deslizó hacia la mano de Valeria, captando, incluso desde el otro lado del patio, el destello del diamante en su dedo. Era un anillo familiar, uno que solía estar en mi dedo.

La reliquia familiar de los Herrera, ahora era llevada por Valeria como si siempre le hubiera pertenecido.

Tragué el nudo en mi garganta, mientras mis dedos temblaban a mis costados.

Los ojos de Diego encontraron los míos de nuevo, pero esta vez no había piedad en ellos, solo molestia, mientras se acercaba a mí con paso firme, su boca apretada en una línea sombría.

—Mi Sofía está muerta —dijo con frialdad, lo suficientemente alto para que los invitados más cercanos lo oyeran—. Esta mujer no es más que una impostora que intenta arruinar el día de Valeria. Cualquiera que crea lo contrario, cualquiera que difunda rumores, se las verá conmigo.

Me acerqué más, lo suficiente para que solo él pudiera oírme al susurrar:

—Dilo otra vez. Mírame a los ojos y dime que Sofía está muerta.

Su mandíbula se tensó, y, cuando habló, su voz fue baja y urgente:

—Solo por esta vez, sígueme el juego. Ya los oíste, destrozarán a Valeria si admito que eres Sofía. No puedo dejar que cargue con la vergüenza de ser llamada una rompehogares.

Ni siquiera esperó mi respuesta. Simplemente, chasqueó los dedos, y los guardias aparecieron a mis lados, escoltándome fuera.

El mayordomo me recibió de manos de los guardias.

—¿Señora Herrera? —preguntó con voz temblorosa al reconocerme.

Asentí y, de inmediato, me condujo a la casa de huéspedes, una pequeña vivienda de una habitación en el extremo más alejado de la propiedad.

—Puede refrescarse —dijo incómodo—. Le traeré ropa limpia y algo de comer.

En cuanto se fue, me escabullí de vuelta a la casa principal.

Nada más cruzar las puertas, me golpeó la realidad: todo era diferente. La elegante y sobria casa que conocía había desaparecido. En su lugar se alzaba un palacio ostentoso: muebles con acabados dorados, candelabros de cristal, cortinas de terciopelo. Apestaba a los intentos desesperados de alguien por borrar hasta el último rastro de mi existencia, de forma vulgar y exagerada.

Me dirigí a la habitación principal, allí también lo habían reemplazado todo: la cama, las cortinas, incluso la foto de boda sobre la cómoda; ahora no era yo quien aparecía en la fotografía, sino Valeria, quien sonreía, radiante, mientras Diego le besaba la mejilla.

El mayordomo apareció detrás de mí, retorciéndose las manos.

—Señora Herrera... no puede estar aquí...

Me volví hacia él y, con voz cortante, pregunté:

—¿Dónde están mis gemelos?

El mayordomo palideció.

—Ellos... están en el sótano.

El sótano era frío y húmedo, apenas apto para el almacenaje, mucho menos para niños.

Lo aparté de un empujón y bajé furiosa por las estrechas escaleras. Cuando abrí de golpe la puerta de uno de los diminutos cuartos de servicio, me quedé paralizada.

Camila y Mateo estaban acurrucados juntos en el suelo sucio, rodeados de bolsas de basura. Un ratón se escabulló entre los desperdicios, atrevido por la costumbre.

Camila siempre había sido frágil, desde recién nacida. Ahora su pequeño cuerpo parecía aún más delgado, como si una ráfaga de viento pudiera partirla en dos, mientras que Mateo tenía la cara manchada de suciedad. Su ropa estaba sucia y hecha jirones, la tela se veía tan gastada que apenas se distinguían los estampados.

Mientras la hija de Valeria dormía arriba sobre sábanas de seda, vestida con un faldón de bautizo de encaje y alimentada con cucharas de plata... mis hijos se pudrían en la inmundicia.

Se me cerró la garganta.

—¿Camila? ¿Mateo? Mamá está aquí, he vuelto.

Los dos se movieron, y Camila abrió los ojos primero, susurrando:

—¿Mamá?
Desplegar
Siguiente Capítulo
Descargar

Último capítulo

Más Capítulos

Último capítulo

No hay comentarios
8 chapters
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP