Lucy entra al pequeño almacén del hospital, su corazón latiendo con fuerza, mezclando la adrenalina de la fiesta de Erzon con la tensión que ha acumulado durante toda la semana.
Cada paso que da resuena ligeramente en el espacio vacío.
Cierra la puerta detrás de sí, y la sensación de privacidad la golpea como un susurro prometedor.
Sabe que Sawyer está detrás de ella; lo siente en el aire, en la manera en que el espacio parece vibrar con su presencia.
—Por fin solos —susurra Sawyer, su voz profunda, cargada de deseo, mientras cierra la puerta con un golpe firme que deja claro que no habrá interrupciones.
Lucy se gira, y lo encuentra mirándola con esa intensidad que siempre la deja sin aliento. Su respiración se acelera.
Cada músculo de su cuerpo se tensa ante la fuerza de su mirada.
No puede moverse, no quiere moverse, porque sabe que cualquier paso que dé la acercará más a él, y su autocontrol está al límite.
Sawyer da un paso, luego otro, acortando la distancia que los separa,