Cuando Sawyer escucha las palabras de su madre, la ira lo consume de inmediato.
Su cuerpo se tensa, los puños se cierran con fuerza a los lados y siente cómo un calor intenso sube por su pecho, bloqueando cualquier pensamiento racional.
Se gira hacia ella, con los ojos llenos de fuego, y le dice con firmeza:
—Madre, Lucy no es ningún acto de beneficencia. Es la madre de mi hijo, soy el padre del bebé que está esperando. —Lucy se lleva la mano a la barriga de forma inconsciente, sintiendo cómo el bebé se mueve—. Ella es la madre de mi hijo y mi novia.
Thea Campbell lo mira, sorprendida, como si no esperara que su hijo se defendiera con tal determinación.
Sawyer respira hondo y continúa, controlando la rabia que amenaza con estallarle:
—Ahora, por favor, el mayor favor que nos puedes hacer es marcharte. Así que, como entraste, sal por la puerta.
No espera respuesta. Con un movimiento firme pero controlado, coloca la mano en la espalda de su madre y la empuja con suavidad, guiándola h