La habitación está en silencio, apenas roto por el sonido acompasado de sus respiraciones.
La luz tenue ilumina sus pieles, pegajosas de sudor y deseo.
Lucy todavía tiene el pulso acelerado, el cuerpo vibrando como si el encuentro anterior solo hubiese encendido más la llama en lugar de apagarla.
Ella se queda quieta por unos segundos, sintiendo el calor de Sawyer a su lado, el peso de su brazo sobre su vientre y la respiración lenta que acompasa la suya.
No quiere moverse. No quiere romper ese frágil equilibrio que parece sostenerlos.
Pero su mente sigue corriendo, la adrenalina de lo que acaba de ocurrir todavía burbujeando en sus venas.
Sawyer no dice nada. Solo la mira, con el pecho subiendo y bajando lentamente, su expresión cargada de algo oscuro y hambriento.
Lucy siente que si él no hace algo ya, si no la toca otra vez, va a perder la cabeza.
Se gira lentamente hacia él, encontrando sus ojos abiertos.
No estaba dormido. La observa en silencio, como si pudiera leer en su