Lucy no responde con palabras.
Sus manos se enredan en el cuello de Sawyer y lo empujan de vuelta contra la pared, reclamando el control por un instante.
Él deja escapar un gruñido ronco, mezcla de sorpresa y excitación, y sus ojos la recorren con un brillo que hace que cada músculo de su cuerpo se tensen de anticipación.
—¿Así quieres que sea? —pregunta él, su voz áspera, cargada de deseo contenido y un dejo de desafío que solo intensifica su furia.
—Así —responde ella, con los ojos brillando de furia y deseo, con las mejillas enrojecidas y el corazón latiendo tan fuerte que siente que podría salirse del pecho.
—Tú tienes todo el control, Lucy. Haz conmigo lo que quieras.
Con un movimiento seguro y casi fluido, Sawyer la levanta por la cintura, como si no pesara nada, a pesar de que su pancita ya estaba más grande.
La espalda de Lucy vuelve a chocar contra la puerta con un golpe seco que resuena en la habitación.
Sus piernas se enroscan alrededor de su cadera sin dejar de besarlo