Sawyer la quería, la necesitaba. No había nada que no pudiera hacer por ella, nada que no estuviera dispuesto a sacrificar, incluido él mismo, o si puedo en ese hospital si eso garantizaba su seguridad.
Lucy no podía creer que Sawyer estuviera dispuesto a ser tan vulnerable.
Estar ahí frente a él esa noche era como ver directamente en su corazón. Todo lo que le había dicho era cierto, solo con mirarlo lo sabía.
Ella le parecía extraordinaria.
La deseaba con tanta fuerza, incluso más si eso era físicamente posible, de lo que ella lo deseaba a él.
Quería saborearla, quería cogérsela, quería penetrarla.
Quería escuchar los sonidos que hacía cuando se venía, quería escucharlos una y otra y otra vez.
Quería ser el único que entendiera su cuerpo, el único que supiera qué la excitaba, el único que la complaciera.
Sawyer la deseaba en un nivel primitivo que iba mucho más allá de las limitaciones de su trabajo forma o del hecho de que ella había sido la novia de su propio hijo por años.