Lucy se movía entre los invitados con paso ligero, intentando que nadie notara lo nerviosa que estaba.
Había visto a Aspen acercarse a Sawyer, y el instinto le dijo que aquello no iba a ser una simple charla de cortesía.
Cuando se encontró lo suficientemente cerca, se ocultó detrás de una de las enormes columnas de mármol que sostenían el techo del salón principal.
Desde allí, podía verlos sin ser vista.
El corazón le golpeaba fuerte contra el pecho mientras contenía la respiración, escuchando.
—Creo que es hora de que tú y yo nos pongamos al día, ¿no crees, Sawyer? —la voz melosa de Aspen llegó clara, con ese aire insinuante que parecía cargar de dobles intenciones cada sílaba.
—No, no lo creo. —La respuesta de Sawyer fue seca, cortante. El tono bastó para que Lucy sintiera cómo un calor orgulloso le recorría las venas—. Estuviste desaparecida por veinticinco años. No veo por qué deberíamos ponernos al día ahora.
Lucy observó cómo Aspen inclinaba la cabeza, con una media sonrisa e