La voz de Sky retumbó entre los invitados, cargada de espanto.
—¡Ayuda! ¡Mi papá se está ahogando!
Lucy no dudó ni un segundo. Su entrenamiento, sus instintos como doctora, se activaron al instante.
Salió corriendo hacia donde provenía el grito, con Sawyer pisándole los talones.
En el suelo, rodeado por un círculo de gente paralizada, estaba el inversor con el que Sawyer había discutido apenas minutos antes.
El padre de Sky. Tenía el rostro rojo, los ojos desorbitados, y se llevaba las manos al cuello en una señal inequívoca.
Se estaba asfixiando.
—¡Fuera! ¡Necesito espacio, soy doctora! —gritó Lucy, con una autoridad que no admitía réplicas. La multitud retrocedió inmediatamente.
Sawyer la miró con el ceño fruncido, preparado para asistirla si era necesario.
Lucy se colocó detrás del hombre, deslizó sus brazos por debajo de los suyos y posicionó sus manos en el punto exacto, justo en la boca del estómago.
Con firmeza, colocó un puño cerrado y lo cubrió con la otra mano, inclinan