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Accidentes convenientes

“Estaré encantado de escucharte.”

Las palabras del hombre se le repetían en la cabeza una y otra vez. No era lo que había dicho, sino cómo lo había dicho.

Era un hombre dispuesto a escucharla, solo con eso, ya la tenía en un bolsillo.

—Espera aquí, voy a estacionar el auto. —sin darle tiempo a responder, él salió caminando de vuelta a su coche.

Esta vez, le había hablado con autoridad, le había dado una orden, como si estuviese acostumbrado a que todos hicieran lo que él ordenaba, como si estuviese seguro de que la chica iba a obedecerlo.

Un par de minutos después, él estaba de vuelta y Lucy continuaba ahí parada. Las palabras de él la habían tomado por sorpresa. No estaba acostumbrada a sentir tanto la masculinidad de un hombre como la Sawyer. Él era un alfa sin duda.

—En la esquina hay un restaurante, ahí podremos conversar con tranquilidad. Vamos.

Una vez más, le estaba ordenando. No había dudas, esa era su manera de ser, su modus operandi y eso le resultaba a ella increíblemente sensual.

—¿Por qué querrías ir conmigo a algún lugar? —le pregunta ella confundida.

—Está lloviendo y estás llorando. No dejaré sola en la calle a una mujer angustiada. —esta vez, el hombre de cabello castaño cambia su tono por uno más dulce.

No puede negar que el tal Sawyer le llama la atención. Es un hombre mayor, tal vez incluso le doblara la edad, pero era increíblemente apuesto, de esos hombres maduros que salían en las portadas de las revistas.

Tenía la piel trigueña, como si el sol lo hubiese acabado de besar, eso y lo oscuro de su pelo hacían un contraste magnífico con el azul cristalino de sus ojos. Era un tono increíble, como el de la playa cuando el sol se reflejaba en ella a punto de mediodía.

Los brazos los tenía cubiertos de tatuajes, lo que le acababa de dar la pinta de peligroso-atractivo, de esos que podrían acabar contigo en la cama.

Cuando Lucy lo escucha, la risa sale de la garganta de ella mientras cruza los brazos sobre su pecho.

—Puede que hoy haya tenido el peor día de mi vida, pero no voy a ir a ningún lado con un extraño.

—La verdad, no estaba preguntando. Vamos conmigo, te secas, te calmas un poco y luego, si así lo deseas, podré llevarte a tu casa. —Ahí estaba de nuevo ese tono brusco que no admitía discusión. —Vamos a estar en un lugar público, no correrás peligro alguno, si eso es lo que te preocupa.

Lucy no podía negar que todo en ese hombre la atraía de una manera indescriptible.

—No, acabo de ver a mi novio teniendo sexo con mi mejor amiga y son mis nuevos vecinos, además, trabajo con ellos, lo que menos deseo es ir a casa. —le explicó ella.

—Pues bien, cuando estés calmada ya veremos qué hacer contigo, puede que cambies de opinión, en algún momento tendrás que ir a tu casa.

—¿Acaso estás loco? Acabo de conocerte, no voy a permitir que me lleves a mi casa. Podrías ser un asesino en serie y luego sabrías donde vivo.

Las comisuras de los labios de Sawyer se inclinaron hacia arriba. El comentario de Lucy le hacía gracia. Le parecía muy atractiva cuando se ponía ruda.

—Bien, en ese caso, te llevaré a la mía.

Ella soltó un bufido, como si Sawyer hubiese dicho la cosa más ridícula de la vida.

—Podrías ser mi padre. —le dijo ella, aunque, en la forma la que ella lo miraba no tenía nada que ver con parentesco paternal.

Sawyer levantó una de sus cejas. Todo el intercambio le estaba pareciendo de lo más divertido.

—Pero… —dio un paso hacia ella quedando sus labios a escasos centímetros de los suyos— No soy tu padre, ¿cierto? —le susurró al oído.

Todo el cuerpo de la chica se estremeció, su piel se puso de gallina de manera inmediata y, en su núcleo comenzó a sentir una humedad que contradecía todo lo que ella estaba diciendo.

Solo había compartido unas escasas palabras con ese hombre casi desconocido y Justin y Brooke ya habían pasado a un segundo plano.

Lo que ella menos deseaba era estar pensando en la traición de ambos, así que, tal vez, ir con Sawyer no era una mala idea en absoluto.

—De acuerdo, iré contigo, pero, en cuanto note el más mínimo indicio de algún movimiento raro por tu parte, llamo a la policía y te pongo una orden de alejamiento.

Esta vez, Sawyer no pudo contener su risa y una carcajada explotó desde su garganta.

Lucy no tenía ni idea de lo atractivo que le podía resultar ver a un hombre reír. No sabía el porqué, pero se sentía atraída por Sawyer de una manera que no comprendía.

Quizás la escena que presenció hace poco le había saltado algunos tornillos de su cabeza, pero todo su cuerpo le gritaba que estuviera con Sawyer, sobre todo su núcleo empapado ya.

—Me parece justo. —le respondió él. — Ahora, vamos.

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