La mañana amanece tibia y luminosa en la playa, y el sonido rítmico de las olas acariciando la orilla sirve como fondo perfecto para un nuevo día de promesas.
Isabella se despierta con los brazos de Alexander rodeándola, su cuerpo cálido y sereno pegado al suyo.
Por un momento, se permite solo observarlo dormir. Hay paz en su rostro, una calma que solo ha visto reflejada en los momentos más íntimos, cuando no hay máscaras ni obligaciones.
Con suavidad, se desliza fuera de la cama, dejando un beso en su mejilla antes de vestirse con una bata ligera.
En el comedor, encuentra a los trillizos ya despiertos, todavía en pijama, comiendo frutas y jugando entre risas.
Liam es el primero en notar su presencia y corre hacia ella, con las mejillas manchadas de jugo de sandía.
—Mami, mami, papi Alex tiene un secreto —dice con tono conspirador.
—¿Un secreto?— pregunta Isabella, arqueando una ceja mientras lo levanta.
Emma se une a ellos, con Gael pisándole los talones.
—Nos dijo que hoy vamos