Emily
El espejo me devolvía una imagen que aún me resultaba extraña. Mi vientre, enorme y tenso, parecía desafiar las leyes de la física. Ocho meses y medio de embarazo múltiple habían transformado mi cuerpo en un templo habitado por tres pequeñas vidas que pronto conocería. Pasé la mano por la curva pronunciada, sintiendo los movimientos inquietos bajo mi piel.
—Tranquilos, pequeños —susurré—. Pronto nos conoceremos.
La habitación que Christopher había preparado para los bebés estaba lista. Tres cunas de madera clara, perfectamente alineadas junto a la ventana, esperaban a sus ocupantes. Las paredes, pintadas en un suave tono amarillo, se iluminaban con la luz del amanecer. Todo estaba listo, excepto yo.
Me senté en el borde de la mecedora, intentando aliviar el peso que cargaba. El doctor había sido claro en su última visita: "En cualquier momento, Emily. Los trillizos suelen adelantarse, y tus pequeños parecen impacientes". Sus palabras resonaban en mi cabeza mientras organizaba me