Emily
El sol de la tarde se filtraba por las cortinas de gasa, dibujando patrones dorados sobre la alfombra donde mis tres pequeños tesoros jugaban. Sentada en el sillón mecedor, con una taza de té entre mis manos, observaba a Lily intentando ponerse de pie agarrándose del sofá, mientras Noah mordisqueaba concentrado un sonajero y Emma, la más inquieta de los tres, gateaba velozmente persiguiendo una pelota de colores.
Diez meses. Diez meses habían pasado desde que estos tres milagros llegaron a nuestras vidas, transformándolo todo. Sus risas llenaban cada rincón de la casa que ahora, sin duda alguna, era un hogar.
—¡Mira, Christopher! —exclamé emocionada cuando Lily logró mantenerse de pie por unos segundos antes de caer sentada sobre su pañal—. ¡Lo ha conseguido!
Christopher, que estaba organizando unos documentos en el escritorio cercano, levantó la mirada y sonrió con ese orgullo paternal que había florecido en él de manera tan natural.
—Esa es mi pequeña valiente —dijo, dejando l