Christopher

El llanto de uno de los bebés me despertó en medio de la noche. Me incorporé de inmediato, con ese estado de alerta que había desarrollado en los últimos meses. Emily dormía profundamente a mi lado, su respiración tranquila y acompasada. No quise despertarla. Había tenido un día agotador con los trillizos y merecía descansar.

Me levanté con sigilo y caminé hasta la habitación contigua. Era Noah quien lloraba, mientras sus hermanos seguían durmiendo plácidamente. Lo tomé en brazos con cuidado, meciéndolo contra mi pecho.

—Shh, tranquilo, campeón —susurré, sintiendo cómo su pequeño cuerpo se relajaba contra el mío—. Papá está aquí.

La palabra "papá" ya no me resultaba extraña en los labios. Al principio me había sentido un impostor, como si estuviera usurpando el lugar de Daniel. Pero con el paso de los meses, esa sensación se había transformado. Estos niños eran míos en todos los sentidos que importaban. Los amaba con una intensidad que jamás creí posible.

Mientras Noah vol