El médico fue claro: sin el tratamiento experimental más avanzado, solo me quedarían setenta y dos horas de vida. Pero mi esposo, Carlos Duque, entregó a Viviana Mendoza la única plaza disponible para el tratamiento. —Su insuficiencia renal está muy avanzada. —Me explicó. Asentí y me tragué esas pastillas que solo acelerarían mi muerte. En el tiempo que me restaba, hice muchas cosas. Durante la firma, el abogado no podía controlar el temblor de sus manos. —Doscientos millones de dólares en acciones... ¿está segura de que quiere transferir todo? —Sí, todo para Viviana Mendoza —confirmé. Mi hija, Camila, reía dichosa en los brazos de ella. —¡Mami Viviana me compró un vestido precioso! —Te queda hermoso, cariño. Ahora tienes que hacerme caso solo a mí —le dijo. Esa galería que había construido con mis esfuerzos lucía el nombre de Viviana en la entrada. —Mariana, tienes un corazón de oro —me decía entre lágrimas. —Sé que la vas a manejar mucho mejor que yo —le respondí. Hasta, incluso, renuncié al fondo fiduciario de mis padres firmando los papeles. Carlos mostró una sonrisa genuina que no le había visto en años. —Has cambiado tanto. Ya no eres tan confrontativa. Te ves bella así. Exacto, ya en mi lecho de muerte me había convertido en la «Mariana perfecta» que ellos siempre quisieron: la Mariana, obediente, desprendida, que ya no peleaba por nada. Igual, la cuenta regresiva de setenta y dos horas estaba en marcha. Me daba curiosidad saber qué iban a recordar de mí cuando mi corazón dejara de latir. ¿A esa esposa ejemplar que «aprendió a ceder», o a una mujer que utilizó su muerte para ejecutar su venganza maestra?
Leer másAl atardecer, una mujer joven llegó frente a la tumba.—¿Usted es? —Camila la miró con curiosidad.—Me llamo Liliana, paciente de cáncer de páncreas —los ojos de la mujer se enrojecieron—. Hace cinco años, la Fundación Mariana me salvó la vida. Vine hoy a agradecerle a su mamá.—Estoy segura de que puede escucharla —dijo Camila.Liliana dejó el ramo de flores y se inclinó. —Mariana, gracias. Gracias a usted pude vivir hasta hoy, y pude ver crecer a mi hijo.Esta escena, la había presenciado demasiadas veces. Todas las personas ayudadas por la fundación recordaban el nombre de Mariana Morales.Lo que su madre había obtenido a cambio de su vida no era solo el arrepentimiento de su familia, sino también la oportunidad de vivir para incontables personas.Cayó la noche, Camila se levantó para irse.—Mamá —miró por última vez la lápida—, una vez preguntaste si nos acordaríamos de ti. La respuesta es: cada día, cada momento, hasta la eternidad.En el camino a casa, abrió el diario que había d
Veinte años después.Camila estaba parada frente al ventanal de la galería, mirando las bulliciosas calles de Nueva York. Había heredado la belleza de su madre, también su talento innato para el comercio. A los veinticinco años, ya era una estrella emergente en el mundo del arte.—Camila, es hora de la entrevista. —Le recordó su asistente.Era una entrevista para la revista Time, con el tema "Siguiendo los pasos maternos: El imperio artístico de la hija de Mariana Morales".—Camila, mucha gente dice que te pareces a tu mamá. —Preguntó el periodista—: ¿Qué opinas de eso?Ella guardó silencio. —Nunca podré ser como ella.—¿Por qué dices eso?—Porque ella usó veintinueve años de vida para enseñarle a todos qué significa el amor verdadero. Y yo necesité dieciocho años para entender qué significa el arrepentimiento.El periodista conocía la historia de esa familia y no siguió preguntando.Después de la entrevista, ella manejó hacia el cementerio. Era el aniversario de su muerte. Cada año en
Un mes después.Carlos iba todos los días a sentarse un rato frente a la tumba de Mariana. Llevaba a Camila, aunque la niña siempre iba de mala gana.—Papá, ¿por qué tenemos que venir aquí? —Pateaba las piedrecitas.—Porque aquí descansa alguien que te ama.—Pero ella nunca jugaba conmigo —Camila hizo un puchero—. Mami Viviana decía que las personas que me aman siempre están conmigo.El corazón de Carlos se rompió una vez más. No sabía cómo explicarle a una niña que esa persona, que "siempre estaba con ella", era una mentirosa. Que aquella mujer, que "no jugaba con ella", la amó con toda su vida.Viviana fue condenada a cadena perpetua. En el tribunal, seguía justificándose, diciendo que todo había sido un plan de Mariana para incriminarla. Pero la evidencia era irrefutable.Sus padres vendieron la casa y se mudaron a Florida. Dijeron que todo en Nueva York les recordaba la pérdida de su hija. Antes de irse, la madre se arrodilló frente a la tumba de Mariana por mucho, mucho tiempo.—S
Después de que se llevaran a Viviana, la mansión de los Morales permaneció en silencio.Carlos se sentó junto al cuerpo de Mariana. Su teléfono sonaba sin parar, gente del consejo directivo, socios comerciales, reporteros, todos preguntando qué había pasado. Pero no contestó ninguna llamada.—Señor —Carmen le recordó—, ya llegó la gente de la funeraria.Carlos levantó la cabeza. —¡No! ¡No se la lleven!Pero sabía que era imposible. Ella ya se había ido. Se había ido para siempre.Abajo, los padres de Mariana seguían revisando toda la evidencia. Cada documento, cada grabación era como un cuchillo que les cortaba el corazón.—Esta fecha... —La madre señaló un documento médico, con voz temblorosa—. Es Navidad del año pasado, Mariana ya había sido diagnosticada con cáncer.—Pero no dijo nada —la voz del padre se encogió.Carmen se acercó. —Porque ese día Viviana tuvo una emergencia médica, ustedes estaban en el hospital acompañándola. La señora no quería causarles más problemas.La madre s
Mientras Carlos leía la carta, sus manos le temblaban cada vez más. La carta detallaba minuciosamente la enfermedad de Mariana, sus decisiones y el recorrido emocional de sus últimos tres días.Daniela se derrumbó a la mitad de la lectura. —¡Mi hija... mi pobre hija!En ese momento, Carmen encendió la televisión e insertó la memoria USB. —Esto es lo que la señora me pidió que reprodujera hoy.Las imágenes de vigilancia mostraban todo lo que había pasado en el hospital tres días atrás. Carlos le había dado la oportunidad de tratamiento a Viviana. Ni siquiera había consultado la opinión de Mariana.Luego siguió una grabación: la conversación entre Viviana y su amante Ricardo. Cada palabra cortaba a los presentes.—El plan va muy bien, Mariana se está muriendo.—Fingí estar enferma tantos años, nunca sospechó nada...En la sala solo había silencio.—¡No! ¡Esto es falso! —Gritó histéricamente.Pero nadie prestó atención a sus justificaciones. Carmen siguió sacando más evidencia: resultados
En el auto, Daniela seguía marcando sin parar el teléfono de su hija.—Sigue apagado —miró ansiosa a su esposo—. Mariana nunca deja de contestar el teléfono.—No te apures todavía, voy a llamar a Carlos —Fernando decía mientras manejaba.El teléfono sonó mucho tiempo antes de que contestaran.—¿Suegro? —La voz de Carlos sonaba extraña.—Carlos, ¿está Mariana contigo? —Preguntó con urgencia—. Su teléfono está apagado, no la contactamos. El abogado dice que transfirió todos sus bienes a Viviana, nos preocupa que tal vez...Del otro lado hubo silencio por unos segundos.—Suegro... ¿dónde está ahora?—Vamos de camino a su casa —Daniela le quitó el teléfono—. ¿Está Mariana contigo? ¿Está bien?—Ustedes... vengan rápido —la voz de su yerno se hizo más grave.—¿Qué está pasando? —A ella se le fue el alma del cuerpo—. ¿Le pasó algo a Mariana? ¡Habla!—Suegra, usted... cuando lleguen lo sabrán. Manejen con cuidado.Colgó el teléfono.Daniela miró a su esposo, a ambos se les cambió la cara.—¡Ma
Último capítulo