En el auto, Daniela seguía marcando sin parar el teléfono de su hija.
—Sigue apagado —miró ansiosa a su esposo—. Mariana nunca deja de contestar el teléfono.
—No te apures todavía, voy a llamar a Carlos —Fernando decía mientras manejaba.
El teléfono sonó mucho tiempo antes de que contestaran.
—¿Suegro? —La voz de Carlos sonaba extraña.
—Carlos, ¿está Mariana contigo? —Preguntó con urgencia—. Su teléfono está apagado, no la contactamos. El abogado dice que transfirió todos sus bienes a Viviana, nos preocupa que tal vez...
Del otro lado hubo silencio por unos segundos.
—Suegro... ¿dónde está ahora?
—Vamos de camino a su casa —Daniela le quitó el teléfono—. ¿Está Mariana contigo? ¿Está bien?
—Ustedes... vengan rápido —la voz de su yerno se hizo más grave.
—¿Qué está pasando? —A ella se le fue el alma del cuerpo—. ¿Le pasó algo a Mariana? ¡Habla!
—Suegra, usted... cuando lleguen lo sabrán. Manejen con cuidado.
Colgó el teléfono.
Daniela miró a su esposo, a ambos se les cambió la cara.
—¡Ma