Capítulo 2
A la mañana siguiente, desperté con un dolor punzante. Las células cancerígenas quemaban mi cuerpo, pero los analgésicos me permitían mantener la calma; por lo menos en apariencia.

Me las arreglé para levantarme, tenía muchas cosas que hacer ese día.

Al bajar las escaleras, escuché la risa de Camila que venía de la sala. Estaba sentada en las piernas de Viviana, las dos viendo un libro ilustrado.

—¡Mami Viviana, esta princesa es preciosa! —Señalaba emocionada las páginas.

—Sí, hermosa como tú. —Ella le dio un beso en la frente.

Al verme, Camila me echó un vistazo y siguió con su libro, como si yo fuera una desconocida.

—Buenos días, Camila —traté de acercarme.

—Buenos días —me respondió sin ganas, luego tiró de la mano de Viviana—. Mami Viviana, ¿vamos al jardín a ver las mariposas?

—Espera un momento, tesoro —Viviana me miró fingiendo preocupación—. Tu mamá tal vez quiere decirte algo.

—No quiero escucharlo —la niña hizo un puchero—. Mamá siempre está ocupada, nunca juega conmigo.

Mi corazón se desgarró. Era cierto, todos estos años por el trabajo había pasado menos tiempo con ella. Y Viviana tenía tiempo para estar siempre con mi hija.

—No importa, vayan a jugar —dije, forzando una sonrisa.

Viéndolas alejarse de la mano, tuve que apoyarme en la pared para no caer. No solo por el dolor físico, sino por el dolor en el alma.

En el comedor, Carlos estaba viendo las noticias financieras. Al verme entrar, apenas levantó su mirada.

—Te ves muy mal —puso mala cara—. No te fuerces.

—Estoy bien —me senté—. Quiero hablar contigo.

—¿De qué? —dejó el iPad con fastidio.

—Sobre nuestro acuerdo prenupcial. —Saqué los documentos que había preparado—. Quiero hacer algunos cambios.

Carlos revisó el documento. —Mariana, ¿vas a renunciar a todos los derechos de división patrimonial?

—Exacto —dije con tranquilidad—. Si me... si me pasa algo, quiero que todos los bienes sean tuyos, incluyendo el fondo fiduciario que me dejaron mis padres. También quiero darle mi colección de arte a Viviana —agregué.

—¿Qué? —Carlos me miró sorprendido—. ¿Hasta el Monet original de tu madre se lo vas a dar?

—Le gusta el arte, es la más adecuada para cuidarlo —dije—. Considéralo un regalo de bodas anticipado.

El ambiente se puso tenso.

Él me miró con frialdad.

—Mariana, ¿qué pretendes?

—No pretendo nada —dije con calma—. Solo estoy cansada, quiero soltar todo.

—¿Ya lo sabes? —Su expresión cambió.

—Las cámaras del hotel, los estados de cuenta de la tarjeta de crédito, y que Camila le dice mami Viviana… —Sonreí con amargura—. Carlos, ¿creías que no me daba cuenta de nada?

Se quedó en silencio.

—No te culpo —continué—. Soy yo quién está mal, siempre discutiendo contigo sobre los asuntos de la empresa, siempre tan dominante. Ella es dulce y considerada. Nunca te contradice; ella te conviene más.

—¡Mariana!

—Esta tarde voy a la empresa a anunciar que traspaso las acciones a Viviana —me levanté—. Para que entre oficialmente a la junta directiva.

—¡Estás loca! —Carlos se puso de pie—. ¡Esas acciones valen doscientos millones de dólares!

—No estoy loca —Miré hacia el jardín donde estaban ellas—. Solo quiero que todos ustedes estén bien.

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