Capítulo 04
La chamana me empujó en silla de ruedas fuera de la sala.

Fue entonces cuando me enteré de que quien me había llevado al consultorio había sido uno de los guerreros que me acompañaban en la misión.

Daniel, por su parte, solo había dejado una nota escrita a mano en un papel arrugado:

«Victoria se desmayó del susto al verte herida. Me la llevé a casa para que se recupere.»

Qué absurdo.

Victoria solo había recibido un susto. Pero, aun así, Daniel y Ragnar Ortiz, su fiel compañero de batalla, solicitaron de inmediato un helicóptero de evacuación médica y la escoltaron esa misma noche hasta la manada Valdemonte.

En que yo —herida, sangrando, con su hijo en el vientre— no recibí ni una mirada de su parte.

Sin embargo, mi corazón ya no se rompía, solo dolía como si una piedra pesada me aplastara lentamente por dentro.

No estaba en condiciones de seguir en la misión. Por suerte, el trabajo de rescate ya estaba casi concluido. Así que pedí a los guerreros que me acompañaran de regreso a la manada Luna Negra.

En el camino, pasamos frente a mi antigua casa.

Desde la ventana del vehículo, vi el jardín iluminado. Allí estaba Victoria, rodeada por mi padre; Natalia Gómez y Daniel… con un pastel frente a ella.

En ese instante, mi padre le colocó una corona de flores sobre la cabeza, sonriendo con ternura.

—¡Que mi hija más querida sea feliz para siempre!

Daniel encendió fuegos artificiales, que, rápidamente, formaron una frase con chispas brillantes:

«Solo amaré a Victoria por el resto de mi vida.»

Mientras todo eso pasaba, un pájaro negro cruzó el cielo a toda velocidad, mientras yo, mirando por la ventanilla, sonreía con amargura.

Sin embargo, Daniel me vio. Reconoció el auto y me llamó al instante.

—¿Vas a hacer otro escándalo, Regina? —soltó, apenas contesté—. ¿Es que no soportas vernos felices con Victoria? Después de casarnos, incluso pensé en darte una oportunidad. Pero tú… solo supiste atacar a Victoria. La acusaste a ella y a su madre de matar a la tuya. ¿Y el resultado? Tu padre me lo dijo todo: ¡Tu mamá ya tenía problemas mentales desde antes!

Su tono se volvió aún más cruel.

»Y cuando Victoria fue envenenada con acónito por intentar salvarte, ¿qué hiciste tú? ¡La llamaste mentirosa! ¡Eres despreciable, Regina!

No había ni un gramo de respeto en su voz. Solo repulsión.

—Aunque la Diosa de la Luna nos haya marcado como compañeros destinados, jamás quise casarme contigo. Si no fuera porque me salvaste la vida y lo usaste para amarrarme a ti, hace mucho que estaría con la mujer que amo.

Escuché todas y cada una de sus palabras sin decir nada, sintiendo como se clavaban en mi pecho como dardos envenenados.

Hasta que, al fondo, uno de los trabajadores del equipo médico se acercó a mí, interrumpiendo su discurso.

—Señora Regina, aquí está el colgante hecho con los restos del pequeño. Es lo último que quedó del bebé. Por favor, cuídelo.

Daniel se quedó en silencio y el aire pareció cortársele de golpe.

—¿El… el bebé? ¿Qué pasó con él?

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