Capítulo 06
Como no volví ni llevé los dulces favoritos de Victoria, Daniel empezó a enviarme mensajes como un lunático:

«¡Estás loca! ¿De verdad crees que puedes manipularme?»

«A nadie le importa si estás viva o muerta. ¡Lo único que me importa es mi hijo!»

«Mañana haré una conferencia de prensa y declararé públicamente en Valdemonte que Victoria es mi compañera. Ella quiere tener un hijo conmigo. El tuyo… ya no me interesa.»

«Y no pienso romper el vínculo de apareamiento contigo.»

«Cada vez que haga el amor con Victoria, quiero que lo sientas como un puñal en tu pecho.»

«Quiero que sufras más de lo que ella sufrió con el acónito.»

Me escribía cada pocos minutos. Y por primera vez, empecé a preguntarme si, en el fondo, todavía le importaba.

Pero entonces recordé… que el paquete con la verdad estaba por llegarle, y, cuando lo leyera, iba a perder por completo el control.

No tenía ganas de ser testigo de eso. Así que simplemente lo eliminé de mis contactos.

No esperaba que, al día siguiente, fuera Victoria quien me escribiera.

«Querida Regina, gracias por dar un paso al costado. Gracias a ti, ahora Daniel es solo mío.»

«Ayer fue nuestra noche de bodas. No cambiamos ni de habitación, ¿sabes? Él fue tan apasionado… Como su compañera, seguro lo sentiste todo, ¿cierto?»

«Aquí te dejo el enlace de la rueda de prensa. ¡No te la pierdas!»

Abrí el enlace cuando justo estaba por comenzar.

El evento se realizaba en el salón principal de la casa donde Daniel y yo habíamos vivido juntos. Una ironía cruel.

Había periodistas por todas partes.

Daniel hablaba con sus asistentes, dándoles indicaciones, aunque claramente estaba distraído, mirando la puerta de entrada una y otra vez.

A su lado, Victoria actuaba su mejor papel: rostro dulce, postura elegante, ojos brillantes, una dignidad de falsa Luna.

Detrás de ellos estaban mi padre y Natalia, sentados como si fueran la nobleza más respetable. Pero sus ojos… no podían esconder la codicia.

La conferencia comenzó. Y no tardó en llegar una pregunta punzante:

—¿Por qué cambiar de Luna en la manada Valdemonte? ¿Acaso traicionó a tu anterior compañera, señor González?

Las redes estallaron. El público creía que el evento era real, no solo un teatro político.

Daniel carraspeó y, con falsa calma, respondió:

—Lo nuestro fue una separación pacífica. No hubo traición por ninguna parte.

Entonces rodeó con el brazo a Victoria y agregó:

—Me equivoqué al elegir a Regina por mandato de la Diosa de la Luna. Hoy solo quiero estar con la mujer que realmente amo.

Los comentarios volaban:

«¡Qué valientes!»

«El amor verdadero siempre gana».

«Basta de vínculos forzados».

Nadie volvió a preguntarse por mí. Solo hablaban del romance entre Daniel y Victoria, de sus planes, sus sueños…

Yo, en mi casa, me reí en voz alta.

¿Quién había escrito ese guion tan patético?

Bastaba usar dos neuronas para ver todos los agujeros en esa historia. Pero Daniel parecía convencido de su papel. Leía cada línea como un robot, sin dejar de mirar la puerta… como si esperara que yo apareciera.

Entonces alguien la abrió y Daniel sonrió al instante.

Sus labios empezaron a curvarse hacia arriba, pero su gesto se congeló de pronto.

—¿Tú? ¿Dónde está Regina?

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