1.2

Debo dejar de pensar y actuar de una vez.

Dejo el botellín de cerveza sobre la mesita a mi lado e intento levantarme, pero me detengo de sopetón al ver el atractivo gesto de su robusto y fuerte brazo, alzarse para peinar su cabello con los dedos, desordenándolo un poco. Parece un poco frustrado mientras escribe algo con rapidez, se está mordisqueando la esquina del labio mientras lo hace y el metal en la comisura de su boca brilla bajo la cálida luz artificial del salón atrayendo mi atención un instante.

Su cuello grueso flexionándose mientras ladea la cabeza, hundido totalmente en sus reflexiones, mientras sus ojos estudian el garabateo de su trabajo y sus manos fuertes trabajan con rapidez antes de abandonar el lápiz y volver a tocar.

Tan ensimismado, tan entregado a la música, tan concentrado en su propio mundo mientras entreabre esos labios y comenzar a moverlos tan imperceptiblemente que casi no se nota. Está cantando…, él está concentrando en su propio mundo de papel y melodías, y todo mi ser solo quiere que lo haga más fuerte. Ansia escuchar esa maravillosa voz que puede ser capaz de despertar todas las pasiones del mundo, encenderlas, y hacer que ardan al compás de su hipnótica voz profunda.

Respiro de manera trémula cuando el anhelo por él hace que me tiemble todo por dentro.

Él simplemente es todo un espectáculo, algo que se siente sagrado y prohibido..., alguien que alimenta mis deseos y ansias.  

Tengo que acabar con esto cuanto antes, porque mi corazón apretado apenas me hace contener mi propia ansiedad.  

Me levanto con decisión y me acerco, frotando las palmas sudorosas de mis manos contra mi pantalón. Me detengo solo cuando estoy a poca distancia de él.

—Hey… — digo bajito, llamando su atención. 

Él alza la mirada con el ceño fruncido, pero cuando me ve suaviza el semblante y me dedica una pequeña sonrisa que hace que mi corazón se desboque.

—Hey… — contesta de buen humor, con esa voz baja y profunda que hace que todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se ericen de manera deliciosa.  

—¿Qué escribes?

Termino de quemar nuestra distancia y él se desliza un poco haciéndome espacio en el banquillo.

Me siento a su lado, muy cerca. Puedo sentir el calor que desprende su gran cuerpo, haciendo que se me enrosquen los dedos de los pies ante las ansias. Incluso con un nudo pesado en el estómago o el hecho de que lucho porque la respiración no me falle, y el incesante golpe feroz de mi corazón, solo deseo tenerlo aún más cerca. Anhelo estirar los brazos, subirme a su regazo, acurrucarme contra su amplio pecho sólido para escuchar los latidos de su corazón y disfrutar de su calor abrasador contra mi piel. Sentiría su respiración cálida barriendo mi cabello mientras él me envuelve y se aferra a mí con la misma desesperación que siento…

¡Jesús! Hasta en mis pensamientos sueno tan necesitada que da miedo. Parezco una adolescente hormonada ¿En qué me he convertido?

Luc señala la partitura, justo al inicio de las notas garabateadas y acomoda las manos tatuadas sobre las teclas.

—Esto, escucha… 

Comienza a tocar y me pierdo en sus dedos tatuados que se mueven con suavidad contra las teclas blancas y negras a un ritmo relajante, con melódicas notas a veces electrizantes que son un vaivén entre la serenidad y la intrépida fórmula tan audaz que hace que contengas las lágrimas. Es una melodía completa para una balada. Lleva una tonada suave hasta que da en el gancho a un puente mucho más armónico que el resto. Más cálido…, algo que fácilmente tocaría el corazón de cualquiera. Se detiene y aparta las manos del piano, dejándolas en su regazo de muslos gruesos cubiertos por tela oscura.

—¿Qué te parece? — pregunta y escucho la ansiedad oculta en su voz.

—Es… es diferente — contesto, no sé muy bien que decir. 

Sus ojos azules buscan los míos. 

—¿Para bien o para mal?

—Para bien, supongo — encojo los hombros. 

Él sonríe. Una sonrisa completa con hoyuelos y juro que si no estoy derretida en este minuto en el suelo, es porque hay aire acondicionado.  «¿Cómo puede desarmarme con una sonrisa?»

—Ya me lo parecía — responde y empuja amigablemente mi hombro con el suyo. Ladea el rostro mientras me observa —; ¿Cómo has estado? 

«Confundida…»

—Bien — intento parecer indiferente, pero la tensión en mi voz es palpable incluso a mis oídos. 

—¿De verdad? — arruga el entrecejo y estudia mi rostro de cerca. 

Odio cuando hace eso, porque puede leerme con facilidad. Se le da bien darse cuenta de mi estado de ánimo. Esa es una de las razones por las que lo he evitado, por miedo a que sepa lo que estoy sintiendo por él.

—En serio — miro a mi alrededor, nerviosa —. He estado bien. Nada nuevo que reportar, las mismas calamidades de siempre — aprieto una sonrisa y lo observo un segundo antes de volver a barrer la mirada por la habitación. 

—¿Ya no confías en mí? — inquiere en voz baja y casi puedo oír su voz rozando mi oído.

Mis ojos vuelven a él, asombrados. «¿Confío en él?»

—¿Por qué… lo preguntas? 

Sus ojos oscilan en los míos con una intensidad que parece absorbente. Es de la manera en la que quiere meterse en mi cabeza, como si estuviera listo para pelear con lo que quiera que me molesta.

Reprimo mi impulso de mirarle los labios y de querer inclinarme adelante para besarlo. Mi instinto de también calmar su abatimiento se cuela fuerte incluso contra mi propio juicio que lucha por mantenerme cuerda.

Aunque, tal vez debería hacerlo. Tal vez deba besarlo, probar un poco de él de una vez para calmar sus inquietudes y también para serenar mis propios pesares; ¿será ello una pista clara de que estoy enamorada por él hasta el punto de perder el juicio?

O tal vez debería iniciar mi discurso con: «Oye, ¿sabías que nuestros amigos tienen una apuesta para saber quién de los dos se da cuenta primero de quién está enamorado del otro? No sé tú, pero yo sí estoy enamorada. Sí, Luc, creo que estoy enamorada de ti…»

—No lo sé... — sigue observándome atentamente —. Tal vez se deba al hecho de que llevo semanas intentando contactar contigo y me ignoras. O por la simple razón de que pareces esquivarme de cualquier modo. Incluso ahora, te noto extraña…

—¿Para bien o para mal? — le devuelvo la pregunta en un intento desesperado por impregnar humor a esta situación. 

Pero no funciona, su ceño se hunde un poco más, como si lo estuviera insultando. Y puede que sea el caso.

—Para mal… 

—Lo notaste… 

—Sí, lo noté — responde con mucha seriedad a algo que fue un pensamiento perdido en voz alta. 

Parece ofendido y la culpa cala al darme cuenta de que no solo lo he preocupado, sino que también he herido a este hombre en un intento de ocultarme.

Ha sido mi confidente por años, sabe cada cosa de mí. Incluso más cosas sobre mí de las que otro ser humano debería y eso me pone al extremo inquieta. Saber todo, ¿me quita puntos para estar a su lado o es algo a mi favor?

Trago forzosamente y mi mirada depara en su boca - justo en la argolla que descansa en su comisura izquierda- y luego rápidamente en sus ojos, con nerviosismo y vacilación. Su mirada penetrante me hace sentir muy pequeña, muy delicada, extremadamente frágil para un corazón agitado que no sabe nada del amor y que está dispuesto a saltar de mi pecho para entregarse por completo a él.

—No es personal. Solo es... complicado — me excuso con una mentira. 

Él aprieta los labios y estrecha los ojos. 

—No te creo — afirma en voz baja y se inclina sobre mí para observarme más de cerca. Contengo el aliento y todo mi vientre se contrae de los nervios. Incluso mis dedos en mi regazo se aprietan firmes contra la tela de mis pantalones —. ¿Es que ocurrió algo grave? ¿Alguien te hizo daño? ¿Debo patearle el cul0 a alguien por romper tu corazón?

Me muerdo el labio y sigo mirándole, parece que sus palabras crean una brecha que hace que quiera llorar. Porque tiene razón, siempre tiene razón. Tal vez esta es mi oportunidad. A lo mejor solo debo decirle; «¡Hey, sí! debes patearle a alguien el trasero por partirme el corazón. A ti mismo, quiero aclarar. Porque sí, quererte me está rompiendo…»

Tiene el rostro serio, pero veo solo una chispa de humor mezclada con incertidumbre en sus ojos. 

Intenta darme calma, mientras sus ojos oscilan y se funden con los míos y mi silencio se alarga y se extiende porque el hecho de que estemos tan cerca, el que pueda sentir su aliento cálido en mi rostro y pueda darme un festín maravillándome con los detalles de sus increíbles ojos azules, me ha atrofiado.

Mi capacidad de responder de manera racional, de contestar a aquella pregunta tan sencilla y con una respuesta tan complicada, ha fallado por completo.

Antes hemos estado así de cerca; respirando el aire con otro, riéndonos de bromas sin sentido antes de quedar sin aliento, tomándonos las manos, mirándonos con aire cómplice, susurrándonos secretos, solo disfrutando del silencio…, pero todo aquello carece del peso de este mismo momento.

Es energía: electricidad pura que parece crear estática a nuestro alrededor, que eriza mi piel y que parece hacer que el aire queme mis pulmones.

Me tiemblan los labios, mientras me fundo con su mirada trémula. Y sé, en una parte pequeña y ruidosa dentro de mí, que debo arrojar alguna mentira. Algo que me deje escapar de la asfixia que parece quemar a mi alrededor, que hace que mi estómago se apriete y que los nervios de mi cuerpo se compriman…, pero solo puedo mirar sus labios. Solo puedo pensar en la forma, en el grosor que hace que se vean tan apetecibles, en la manera en que el aliento caliente sale igual de trepidante entre ellos y la forma en la que solo quiero sentirlos sobre los míos.

¿Sabrán al café que se bebió cuando llegó o tal vez al regaliz que mordisqueó mientras charlaba con los demás antes de aislarse en el piano?

Entonces, mis ojos se alzan de golpe cuando siento el calor de sus dedos y todo mi cuerpo tenso de anticipación se paraliza ante su toque.

Mi mirada perdida vuelve al punto de partida; a sus ojos oscilantes que ya no deparan en mi mirada, sino que están fijos en mi mejilla, donde sus dedos rozan mi piel con tanta suavidad que parece el toque fugaz de las alas de una mariposa.  

Obligo a mis pulmones a recobrar el aire, a perderme en el calor que exuda y el aroma que expele. Ese perfume que se impregna en su piel y me da de lleno en todos los sentidos.

Quiero inclinar mi rostro en dirección a su mano, luego posar mis labios entre los suyos y, finalmente, enterrar mi nariz en su cuello y absorber su aroma por completo. 

Lo lamería, mordería, querría sentir su errático corazón contra mis labios mientras beso su cuello grueso y me deleito en cómo se tensa bajo mis caricias. Pensar en esas fantasías, hace que las pequeñas motitas de energía de su toque, se extiendan por todas mis extremidades hasta la punta de mis dedos, que se tensan contra mi regazo ansiosos por tocarlo. 

Aparta la mano unos milímetros mostrándome una delgada pestaña que se me ha desprendido. La miro y luego de nuevo a él. Pero, a diferencia de lo que pienso, no se aparta de mi espacio personal. Se queda dónde está, siento su respiración en mi rostro a centímetros de mis labios y, como estoy realmente hipnotizada con cada cosa que me hace sentir, decido arrojarme a la deriva.

—Luc… — murmuro y me detengo. 

Mi mirada cae a su boca y luego sube a sus ojos azules e intensos. Ardientes. Me queman la piel y hace que todo mi cuerpo se contraiga de todas las formas correctas y deliciosas que me hacen codiciar más de todo.

—Claire…

—Luc, tú me… 

Alguien grita. 

Un grito fuerte y ensordecedor que nos sobresalta a ambos y nos hace dar medio tumbo sobre el banquillo, rompiendo la burbuja de intimidad que nos envolvía.

Nos separamos con brusquedad y buscamos con la mirada a la loca al otro lado del salón.

Todos en la habitación están tan descolocados como nosotros mientras miramos como Brighid mira su móvil con lágrimas en los ojos. Incluso los chicos que estaban en el salón de al lado, vienen a ver qué ha ocurrido. De puro milagro no oigo a nuestros padres correr escaleras abajo.

Fénix es el primero en ir con ella, anonadado y asustado por su reacción, pero mientras él se toma el tiempo de tomarla por los brazos para averiguar que le ocurre a su novia, yo solo quiero llorar por el sentimiento tan violento de ser arrebatada de un momento tan abrasador.

Ni siquiera hago el intento de moverme, solo observo como se desarrolla las cosas a la distancia, concentrándome en como ella sacude la cabeza y las lágrimas comienzan a descender por sus mejillas antes de ser arropada por el enorme cuerpo de su pareja y de ser besada en los labios.

No pensé resentir tanto a alguien como lo hago con ella ahora; habría sentido lo mismo si tan solo ella no nos hubiera interrumpido.

Exhalo despacio y de manera trémula, mientras el resto del grupo los observa sorprendidos y con miles de preguntas silenciosas.

No es hasta que Fénix se aleja un poco y toma el móvil al que ella se aferra, que se vuelve para enfrentar a los demás mientras observa la pantalla y, por supuesto, no la suelta.

—Pero, ¿qué te pasó, loca?

Mihrimah es la primera en romper el silencio alzando la voz para reprender a su prima mientras se levanta del sillón donde estaba con Kammie.

—No se preocupen — responde Fénix, entregándole el móvil a su novia.

Le susurra algo y ella cabecea, sin dejar de llorar y aferrándose a su pecho, resguardada y segura en la seguridad de sus brazos. 

«Yo podría haber tenido eso…»

—¿Cómo que nada? ¡Casi me arrancas el alma con tremendo grito! — cuestiona Alba desde la cocina, igual de intrigada y preocupada. 

—¡Casi me matas, mujer! — alega Natalia desde el umbral, tocándose el pecho mientras mi hermano se acerca para frotarle la espalda.

Fénix mira a su novia en busca de ayuda y Brighid se adelanta y le toca el brazo mientras le sonríe suavemente. 

—Es qué… — comienza en voz temblorosa, mientras mira a su novio. Ambos se pierden en la complicidad sin palabras. Fénix le ofrece una sonrisa, asintiendo y rodeando sus hombros en señal de apoyo. Entonces, envalentonada, Brighid declara—; ¡Gané el concurso de Industrias Badcocke! — anuncia pletórica y alza la pantalla del celular para que lo veamos — ¡Me han otorgado el primer lugar! — da un saltito alegre —. ¡Seré la artista condecorada y exhibida!

Claramente no veo nada de la distancia, pero sé a qué se refiere.

A pesar de encontrarme nerviosa y de resentirla ligeramente, me alegro por ella..., incluso si a mí alocado corazón le ha tomado un momento para reponerse de tal sorpresa ante su reacción.

Es la ilusión de su vida hecha realidad; ha ganado un concurso a nivel nacional de arte que le traerá muchas cosas buenas. 

Se escucha un suspiro colectivo de alivio y luego la sala explota en un sin fin de felicitaciones. Todos se acercan a ella para abrazarla, felicitarla, reprenderla por el susto y desearle mucha suerte. También hay un buen puñado de bromas que los hace reír.

Cada una de las personas en el salón, está con ellos: rodeándolos y animándolos…, menos nosotros. Luc y yo estamos clavados en el banquillo. Siento la ansiedad corroerme nuevamente, un miedo que araña mis entrañas y se aferra en mi interior paralizándome y haciendo que recule en lo sucedido. Ni siquiera tengo la valentía de mirarlo, de querer aclarar lo que sucedió o siquiera romper la tensión que nos envuelve que hace que me duela el corazón.

Es como si el aire caldeado, la abrumadora energía que nos envolvía y el anhelo incandescente, se hubiera esfumado hasta volver el aire gélido e incómodo.

Tengo ganas de patearme por este resultado y, más aún, por el pánico que me atenaza y me hace levantarme del banquillo sin siquiera mirarlo:

—Tal vez deberíamos unirnos… 

—Tal vez… — dice él en el mismo tono bajo y tenso que rompe un poco mi corazón.

Me deshago del dolor y me alejo del origen de mis miedos y anhelos. Camino directo al grupo contento de exclamaciones fascinadas y emociones sinceras.

Me uno a mi familia entusiasta y loca de atar y finjo sonreír, ignorando el hombre que dejo atrás.

Se siente como un cruel preludio y no me agrada… Menos al darme cuenta en lo que me he convertido: una mujer que escapa de lo que siente.

Este es el maldito lado malo del amor…, que te hace cobarde cuando el momento se presenta.

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