PARTE II: LAS COSAS MALAS DE ENAMORARSE...

Me reúno con el personal en la sala de empleados para un merecido descanso. 

Mi apetito anda perdido por algún lugar de la galaxia y, en cambio, solo me queda ansiedad para reemplazar el hambre. Aun así, me obligo a comer un par de galletas de avena y chocolate del tarro comunitario, mientras acompaño a las demás con un café.

El trabajo me ha ayudado a sobrellevar los días desde el domingo. 

Trabajar duro es lo que mejor se me da; me distrae, me cansa y evita que piense en cosas que no debo. Sin embargo, estaría mintiéndome si dijera que mi mente no divaga de vez en cuando.

En los tres días en los que he eludido a Luc, de todas las maneras posibles, me he convertido en un avestruz. Un cobarde avestruz que esconde la cabeza para no pensar en él. 

Y el hecho de que casi nos besáramos agrava aún más la situación de engañar a mi cabeza, y corazón, de no querer verlo. Pero, ¡Por un demonio!, quiero saber de él con tanta desesperación que siento que me falta el aliento.

No me importa si solo es para saludarlo, quiero escuchar su voz…, porque oír sus canciones o ver sus entrevistas no me provocan la misma sensación que oírlo de primera mano. La abstinencia sobre Luc Cox me tiene hecha un cúmulo de sentimientos disparatados.

No obstante, he de ser realista, para ello requiero un absurdo valor que no tengo. No hay una gota de valentía en todo mi cuerpo y sé que se esfumó la noche del domingo. Lo peor del asunto, es que no importa donde me encuentre, estos días mi mente es mi peor enemiga al disparar mis emociones con recuerdos de él a mi lado.

Si estoy corriendo por la mañana, el recuerdo de él acompañándome a trotar me envuelve.  Si estoy en mi apartamento; puedo soñar despierta y verlo garabateando en mi escritorio, trasteando en mi cocina, tirado en el sillón, roncando en mi habitación, paseándose sin rumbo por mi piso o tomando café mientras mira por la ventana envuelto en sus propias cavilaciones. 

Es como vivir en mi propio infierno personal...

Cada espacio privado de mi apartamento tiene recuerdos de él. Cada uno de ellos vívidos y terroríficos para mi corazón. Porque, ¿es normal que recuerde cada gesto que hace al pensar? ¿O lo brillante que se ve su mirada al ver el atardecer? ¿Lo bonito y tranquilo que se ve al dormir? ¿Y qué tal el hecho de que le guste que le acaricien el pelo cuando está leyendo estirado en mi sofá, con su cabeza en mi regazo? ¡Maldito él por confundirme!

—¡Claire!

Pego un brinco en la silla y me llevo la mano al pecho. Pestañeo un par de veces y levanto la mirada para pillar a San mirándome de forma reprobadora, y también algo ladina, con una de sus delgadas y perfectamente depiladas cejas, alzada. 

«Maldito seas, Luc, por distraerme…»

—¿Qué? — pregunto, intentando recuperarme. 

—Tu teléfono — señala con la barbilla el aparato que se mantiene en la mesa —. No ha dejado de sonar en un rato. Estoy que lo tiro por la ventana, así que aléjalo de mí. 

Ella se levanta para ir hasta el fregadero para lavar su taza de café. 

Frunzo el ceño y veo mi celular con la pantalla apagada. No está sonando. Aunque, si lo hubiera hecho tal vez no me hubiera dado cuenta.

Alzo la mirada y veo la esbelta figura de San salir de la sala de descanso. 

Observo el resto de la mesa y veo que Lisa y Tita están distraídas mirando algo en la tableta frente a ellas. Parecen absortas, con las mejillas levemente sonrojadas y los ojos brillantes de emoción. Sea lo que sea, debe ser bueno, porque ambas suspiran de forma teatral y algodonosas. 

Me levanto para dejar mi taza y, entonces, llega una notificación. 

Es un mensaje y se me acelera el corazón porque sé de quién se trata. Solo una persona tiene ese timbre distintivo. 

Vuelvo a caer sentada en la silla, con las piernas temblando, doy un vistazo rápido a las chicas, pero están distraídas. Entonces, con todo el valor que no tengo, tomo de nuevo el móvil y desbloqueo la pantalla; hay notificaciones de cuatro llamadas perdidas. Tres de él y una de Natalia.  Maldigo bajito y abro la mensajería.

LUC: «¿A qué hora acabas de trabajar?»

Me muerdo el labio. ¿Debería responderle? Tal vez le estoy dando demasiadas vueltas a esto, no es como si se me permitiera escapar toda la mald¡ta vida. A lo mejor debería negarme a verlo hoy y ver que tan mal estoy por la mañana, ¿eso me ayudaría? Otro mensaje se abre paso un par de segundos después de comenzar a escribir. 

LUC: «Salgamos esta noche»

Casi gimoteo como un cachorrito perdido y desolado. Quiero verlo. Pero, ¿le hará bien a mi atribulado corazón encontrarlo? Miro nerviosa a las chicas, con miedo a que me vean en plena crisis de ansiedad, pero ellas siguen emocionadas con lo que quiera que están viendo. Vuelvo los ojos al móvil y escribo. 

«No puedo. Salgo tarde»

Contengo la respiración mientras espero su respuesta. De seguro deja las cosas por la paz y aplazamos esto lo más que se pueda… pero, para mi desgracia, no es así. 

LUC: «Bien. Paso por ti a las seis»

Frunzo el ceño molesta y tecleo mientras mis latidos, ya acelerados, galopan más violentamente.

«¡Idiota arrogante! He dicho que estoy ocupada. No puedo»

Su respuesta no se hace esperar. 

LUC:«Técnicamente lo escribiste. Pero da igual. Te veo en un rato ;)»

«¡Te prohíbo que vengas!»

LUC:

«Bien, como quieras… iré de todas formas»

Me quedo boquiabierta mirando lo que ha escrito.

En circunstancias normales, él aceptaría mi negativa. Ahora parece que le da igual. 

¿Cómo puede pasar sobre mí? 

Es más, ¿por qué demonios siento las mejillas acaloradas al pensar en su actitud en ese instante?

—¿Todo bien?

Lisa me distrae. 

Alzo la mirada, me toma dos parpadeos asentir lentamente. Dejo el celular sobre la mesa, apartado de mí y veo como Tita se abanica con ahínco el rostro con las manos. 

—¿Qué le pasa? — pregunto en compensación. 

Intento distraerme del insolente hombre que toma mis pensamientos.

—Ah — Lisa sacude la mano para quitarle importancia —. Solo está emocionada por el hombre que le he presentado. 

—¡No solo es un hombre — dice Tita con sus ojos marrones cristalizados en lágrimas de emoción, s —, es un maldito dios! ¿Cómo es que puede transmitir todo eso con solo una melodía? 

Sacude la cabeza como si ella misma no lo comprendiera.

—Creo que te has enamorado a primera vista — dice con sorna Lisa.

—¿Y quién no lo haría? No solo es guapo, también apasionadamente talentoso — se defiende Tita, sonriendo emocionada como una niña mientras sigue abanicándose la cara acalorada con la mano y llevando algunos mechones de su cabello rubio como el caramelo tras la oreja.

—¿De quién hablan? — inquiero, porque estoy cada vez más perdida.

—De Ethan Hunter.

Lisa deja escapar una exhalación divertida al ver a su amiga sonrojada, a la vez que me tiende la tableta y desconecta el cable de los audífonos. 

—O dios moja bragas — aporta Tita con una risita.

Lisa sonríe y me hace una señal para que reproduzca el vídeo. 

En la pantalla aparece un hombre. 

Un atractivo hombre de ojos marrones y pelo castaño oscuro. Va vestido completamente con ropa negra; lleva una camisa con los botones abiertos en la parte superior y las mangas dobladas sobre sus fuertes antebrazos. Entre sus piernas sostiene un violonchelo, mientras se escucha de fondo una melodía base de una canción que me encanta.

Él sonríe a algo fuera del alcance de la cámara. Su sonrisa es extensa y la barba de varios días sobre su barbilla y mejillas le da un aspecto realmente sensual a su sonrisa. Si no estuviera repentinamente tan fascinada, estaría boquiabierta. Él vuelve a sonreír a la cámara y luego de unos segundos comienza a seguir a su propio ritmo la canción. Su presencia traspasa la pantalla, mientras toca absorto en su propia energía. Sonríe un encanto lleno de picardía y luego arquea una ceja con aire juguetón mientras sigue interpretando «Bésame mucho» con bastante pasión.

—Adoro esa canción… —susurro sin pensar, absorta en lo que la pantalla presenta.

Me paso toda la canción tarareando la letra mentalmente, mientras me cautiva con la maestría con la que ese hombre trabaja su instrumento. 

—Es el efecto Hunter — se ríe Lisa. 

—Y delicioso efecto tiene… — comenta Tita, con el mismo ánimo y picardía. 

Alzo la mirada y les sonrío, devolviéndole el aparato a Lisa cuando la canción acaba. 

—¿Hace calor o soy solo yo? — pregunto, uniéndome a la broma. 

—Es él — Lisa señala la pantalla con un suspiro soñador —. Él es jodidamente sexi y esas manos...

—Dejaría que tuviera las manos en mí cuando quisiera — dice Tita cautivada. 

—Yo dejaría que estuviera todo, incluso sus manos, sobre mí — Lisa choca juguetona mente su hombro con el de Tita y las tres comenzamos a reír. 

—Mira, mira este… — dice Lisa y señala la pantalla donde pone otro vídeo. 

Nos acercamos a ella y nos deleitamos con una sinfonía donde hacen especiales acercamientos a Ethan.

Vemos como toca el instrumento rebosando cada ápice de emoción en una interpretación de Secret Garden que me deja la piel erizada y las lágrimas al borde de ser derramadas. Tiene un talento inigualable. No solo es guapo, sino también es capaz de hacer que cada nota se haga parte de ti. Entonces, la imagen vívida de Luc tocando el piano invade mi mente y eclipsa la misma imagen de Ethan Hunter ante mis ojos. 

Luc puede lograr que yo esté al borde de las lágrimas incluso cuando canta. Él sabe mis canciones favoritas y las ha interpretado para mí cuando se lo he pedido. También es condenadamente guapo y me tiene al filo del asiento totalmente conquistada, mucho más que cualquier hombre con el que haya estado.  

—Me encantaría estar entre sus brazos — musito, reflexivamente.

—¿A quién quieres sobre ti, mi niña? 

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