Me reúno con el personal en la sala de empleados para un merecido descanso. Mi apetito anda perdido por algún lugar de la galaxia y, en cambio, solo me queda ansiedad para reemplazar el hambre. Aún así, me obligo a comer un par de galletas de avena y chocolate del tarro comunitario, mientras acompaño a las demás con un café. El trabajo me ha ayudado a sobrellevar los días desde el domingo. Trabajar duro es lo que mejor se me da, me distrae, me cansa y evito pensar en cosas que no debo. Sin embargo, estaría mintiéndome aún más si dijera que mi mente no divaga de vez en cuando.En tres días en los que he eludido a Luc, de todas las maneras posibles, me he convertido en un avestruz. Un cobarde avestruz que esconde la cabeza para no pensar en él. Y el hecho de que casi nos besáramos agrava aún más la situación de engañar a mi cabeza, y corazón, de no querer verlo. Pero, ¡Maldita sea!, quiero saber de él con urgencia y lo quiero a lo de ya. No me importa si solo es para saludarlo, quie
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