La habitación del hotel era un caos total: Calcetines, zapatos, corbatas y pantalones, mezclados con algunas latas de cerveza y cajas de pizzas daban un aspecto descuidado y sucio al lugar a pesar de la sobria y elegante decoración de la habitación. Y es que Monty, Athos, Castor y Thomas estaban usándola de búnker para prepararse para la boda. Thomas movía nerviosamente el pie, sentado en el sofá de la habitación del hotel, observando cómo sus amigos se cambiaban mientras él estaba vestido únicamente con la camisa blanca y una corbata negra sin anudar. Se mordía las uñas con insistencia, frunciendo el ceño en el proceso.
—¡Ay, por favor, Thomas! ¡No tiene sentido que estés tan nervioso cuando el que se casa soy yo! —exclamó Monty con una sonrisa. Llevaba todo el día bebiendo cerveza, pero lejos de provocarle algún estado de ebriedad, se encontraba fresco como una lechuga—. ¡Es la hora de la verdad, querido amigo!
Thomas lo miró de soslayo sin dejar de comerse las uñas.
—No creo que pu