El rugido del éxito corporativo se había asentado en el ático de Blackwood & Associates. Alexander Blackwood, rejuvenecido por la dosis de adrenalina y control que le había proporcionado la batalla contra Taurus Capital, y estabilizado por la rendición sensorial de Camila, se había convertido, de la noche a la mañana, en la personificación del CEO resucitado.
Camila lo observaba en las mañanas. Vestido con impecables trajes de tres piezas, dirigía su imperio con una frialdad y una audacia que lo hacían el hombre más poderoso de Brickell Avenue. Había abandonado las mantas pesadas, las llamadas a medianoche buscando consuelo. Ahora, cada mirada que le dedicaba era un destello de posesión satisfecha, un reconocimiento silencioso de que ella era la fuente secreta de su nuevo poder.
Y en esa observación, Camila sintió la primera punzada de terror profesional.
Una tarde, mientras la fusión con Sterling Capital entraba en su fase final, Alexander le entregó una tableta con un documento lega