La última semana había sido una maratón emocional.
Maribel había entregado su tesis, aprobado con honores, y presentado el examen de la barra. Ahora solo restaba esperar. Y esa espera, silenciosa y asfixiante, le dejaba espacio de sobra para pensar. Demasiado espacio.
Espacio para preguntarse por qué Pedro Juan no había insistido más.
Espacio para recordar el modo en que la miraba, como si fuera suya… cuando sabía perfectamente que no lo era.
Espacio para intentar convencerse de que lo que sentía no importaba. Porque no debía importar. Porque ya había amado antes. Y la traición de su madre y de Leonardo aún ardía bajo su piel como un tatuaje mal cicatrizado.
El mensaje de Pedro Juan había llegado la noche anterior. Breve. Directo.
“¿Podemos hablar? Solo eso. Te espero en el café de siempre.”
No necesitó más.
El café escondido en la esquina del parque, donde solían encontrarse cuando todo era más físico y menos complicado, le parecía el escenario perfecto para cerrar un ciclo… o para v