Cala, se imaginó cayendo muerta sobre el piso del comedor, pero por fortuna para ella su imaginación estaba muy alejada de su realidad, miró a su alrededor, y después de aquel intenso enfrentamiento se dispuso a admirar el lugar.
Una mesa de color negro con asientos para al menos doce personas, frutas, y café sobre la mesa.
Miró una serie de ventanales qué daban del piso al techo con la vista más excepcional a lo lejos, a cientos de metros los cultivos de uvas, a punto de madurar, algunos campesinos se podían observar revisando las plantas mientras el silencio era perturbado por el canto de las aves, pensó en salir, pero la comida y el olor del café recién hecho, hizo qué su estómago, crujiera por dentro, Cala llevaba varios días sin comer bien, al menos no como acostumbraba, y a pesar de que sus captores le llevaban comida, el apetito no era su prioridad, no hasta ese día.
Con cautela, un poco innecesaria, miró a ambos lados, espero a que nadie entrará por ninguna de las puertas,