Luego de un mes encerrada y sometida por ese hombre, volver al casino fue como emerger de lo profundo del mar y tomar el primer ansiado respiro. En el casillero, modelé mi uniforme con una gran sonrisa: una ceñida falta roja a media rodilla, una blusa blanca de mangas largas, medias oscuras y altos tacones negros.
Nunca me había sentido más orgullosa de mi trabajo que en ese momento, cuando me veía con en el espejo y todo sabía a libertad.
—¡Sue!
La voz chillona de Annabelle, mi amiga, me hizo girarme con un sobresalto. Ella entró al vestidor de mujeres y me abrazó, casi haciéndome tropezar. Me reí.
—¿Qué es esto?
Ella se alejó, sus ojos marrones estaban algo llorosos. Anny era solo un año menor que yo, castaña y alta.
—Pensé que habías renunciado. ¿Por qué desapareciste de la noche a la mañana? ¿Tu hermano también volvió?
Mi emoción se tornó algo amarga y solo pude negar. Samuel era un cobarde y hablar de él no arreglaría nada. Mejor evité el tema y la tomé del brazo para c