Mis colmillos se asoman con un brillo amenazante mientras el aire pesado entre nosotros se carga de tensión. ¿Cómo se atreven? Mis ojos recorren a cada uno de los antiguos, tan firmes y altivos, tan ensimismados en sus viejos dogmas y en acusaciones que se sienten como dagas dirigidas al centro de mi alma. Mi corazón late apresurado; los lobos a mi alrededor sienten el impacto de mi energía y retroceden un poco, temerosos.
—¿No la reconocen? —gruño con una voz que retumba en las paredes de esta cueva sagrada—. ¡Ella es mi Luna! ¡Es la Luna Suprema! ¡No importa lo que ustedes digan o sientan! —Mi tono se quiebra un instante entre la rabia y el dolor—. ¿Acaso creen que es fácil para ella, para mí? ¡No tienen idea del sacrificio que hemos hecho para estar aquí! Todo mi cuerpo tiembla con la energía que amenaza con desgarrarme