Estaba destinada a ser la Luna del Alfa más poderoso, pero eso parecía una broma de la diosa Luna; él fue responsable de la muerte de mi madre, y ahora, de mi padre. Quiero venganza, porque él es el lobo que destruyó mi vida, el Alfa que gobierna con terror y sangre. Y yo seré el espectro que llegará para arruinarlo. Pero en este juego peligroso, no contaba con que podría terminar atrapada entre sus garras... ni mucho menos con el deseo que me consume cada vez que lo miro. Todo es culpa de nuestro enlace, ¡Demonios! Luna destinada... ¿¡Cómo cumplo esa promesa cuando él es el asesino!? Necesito recordarme todo el tiempo que la venganza es mi único objetivo, aunque la reacción de mi cuerpo frente a él me lo impide...
Ler maisEl cielo estaba teñido de un profundo azul violáceo, salpicado por las primeras estrellas que aparecían tímidamente sobre nosotros. El aire de la noche era limpio, cargado de un aroma a tierra fresca y bosques en calma. Me encontraba de pie en el centro del claro sagrado, con Kaesar a mi lado. A pesar de toda la fuerza que siempre irradiaba, podía sentir en él esa vibración contenida, ese respeto solemne por lo que estábamos a punto de hacer. La Colina de la Luna, el lugar sagrado de toda ceremonia con la luna como testigo, brillaba con su resplandor plateado en el cielo, iluminando todo a nuestro alrededor y bendiciendo esta noche que marcaría el inicio de una nueva era. Frente a mí estaba él: Kaesar, mi Alfa, mi compañero y la otra mitad de mi alma. Vestido con una túnica ceremonial negra, bordada en plateado y que simbolizaba su linaje, se mantenía firme, sus ojos reflejando el poder de Kian, su lobo. Este vínculo no era solo entre nosotros, sino también entre él, Kian, y mi lo
KAELA:Había un terror tan grande en el sonido del grito de mi Alfa, tan grande como jamás lo había escuchado. Todo era perfecto: el sol brillante, el canto de los pájaros que llenaba el claro, el aullido de alegría de los lobos. Pensaba que el universo entero estaba conspirando para que todo fuera perfecto, para que este día fuese único. Solo faltaban ellos, mis padres, y ahora estaban materializados aquí, delante de mí, con los brazos abiertos. Cerré los ojos y respiré profundamente, pensando que era mi imaginación y los grandes deseos que tenía de verlos en ese día. Nunca me había sentido así; mi loba dentro de mí hacía eco de mi propia emoción. Ella también estaba emocionada de verlos. Abrí los ojos rápidamente; ¿y si hubieran podido venir como lo hicieron nuestros ancestros? Después de todo, ellos eran los míos. Podía ver su figura frente a mí: mis padres habían venido a mi boda, estaban aquí. Primero como sombras etéreas, figuras vagamente familiares que me hicieron temblar
KAESAR:La aparición repentina de los lobos ancestrales nos dejó a todos en un estado de reverencia y asombro. La noche, que había sido nuestra aliada, ahora se sentía como un testigo de algo trascendental, casi sagrado. Kaela, junto a mí, mantuvo su compostura, aunque su mirada no podía ocultar una mezcla de respeto y una pizca de duda. —¿Por qué han venido? —preguntó Kaela, su voz firme pero respetuosa. El lobo negro que había hablado anteriormente, cuyo nombre era conocido solo por los más antiguos relatos: Verron, nos observó con la sabiduría que solo siglos de existencia podían otorgar. —Somos la memoria, la esencia de lo que una vez fue y lo que puede volver a ser —respondió con una solemnidad que caló hondo en cada fibra de mi ser—. Hemos respondido porque sienten la misma nobleza que nuestra sangre alguna vez ostentó. Ustedes buscan la paz y la unión verdadera. Kaela y yo intercambiamos miradas. Entendíamos la importancia de ser reconocidos por aquellos cuyas historias
KAESAR:Miré a todos, dejando que los ojos de Kian se hicieran visibles. Luego, al ver que todavía dudaban, me transformé en mi lobo, haciendo que Kaela lo hiciera también, y lancé el aullido de llamado y sumisión de todos los lobos de la manada. Fue entonces cuando dirigí mi mirada a Kaela, mi Luna, que aún no había respondido, y lo que sorprendió fue que los de su manada no habían contestado. —Disculpa, amor... Ellos tienen que contestar a tu llamado —dijo con cuidado, afirmando que ambos bandos debían hacerlo como uno solo. Para mi sorpresa, Kaela respondió a mi llamado con el aullido de sumisión. Pero entonces, antes de que pudiera procesarlo completamente, sentí cómo la energía alrededor de ella cambiaba. Fue Laila, la loba de Kaela, quien emergió. Su pelaje blanco brillaba bajo la tenue luz, y sus ojos eran como brasas ardientes que dejaban en claro su fortaleza. —Ahora harás lo mismo por mi manada —las palabras de Kaela fueron directas, pero esta vez no era estrictamente
KAESAR:Miraba a todos los integrantes de lo que otrora habían sido las manadas “Guardianes Reales” y “Colmillos Reales”. Su manera de sentarse me lo decía todo: cada grupo ocupaba un lado, separados por una línea invisible que nadie se atrevía a cruzar. Pero ahora éramos una sola manada: los “Guardianes y Colmillos Reales”. ¿Cómo unirlos sinceramente? Esa pregunta se clavaba en mi mente como espinas negras. Habían luchado hombro a hombro, derramado sudor y sangre juntos, y sufrido de igual manera. Ahora compartíamos un territorio e incluso un nombre, pero la división seguía existiendo. Era tangible en cada mirada, en cada conversación susurrada. Los míos recurrían a mí, y los de Kaela buscaban en ella la guía que les negaban los demás. Suspiré profundamente, dejando que mi mirada repasara cada rostro frente a mí. Los antiguos se mantenían rígidos y orgullosos, como si su liderazgo fuera incuestionable. Los más jóvenes mostraban ansiedad en sus gestos, pero también una chispa de i
KAELA:Después de que terminó la reunión, dejé a Kaesar con su beta y me dirigí a la cabaña que me habían asignado junto a mi beta Rouf, su hijo Ancel y Nina. Ella seguía detrás de nosotros como una sombra, al lado de Ilán, el omega de Otar, que, extrañamente, no había ido con él. No dije nada; tal vez solo me estaba cuidando. —Mi Luna, el consejo de nuestra manada quiere reunirse —dijo Rouf con voz cautelosa. Me giré para verlo con incredulidad, incapaz de ocultar la sorpresa y la ligera molestia que sus palabras me provocaron. —Rouf, ¿a qué te refieres con "nuestra manada"? —pregunté, con seriedad en mi tono y los ojos fijos en él—. ¿Están todos los antiguos? ¿Le avisaron a Kaesar? Lo vi bajar la mirada, como si lo que iba a responder ya llevara un peso que no quería cargar. —Bueno, mi Luna, me refiero a los antiguos de nuestra antigua manada —respondió con cierto titubeo, pero con voz baja y respetuosa—. Lo sé, mi Luna, pero ellos siguen insistiendo. Es que los antiguos d
Último capítulo