03. INSTINTOS PROHIBIDOS

BLAIR

Todo sucedió en unos segundos.

Cada vez que la brisa se agitaba, un cuerpo caía al suelo, salpicando de carmín los ladrillos.

No podía seguirlo muy bien, veía medio borroso, pero el olor de la sangre intensa se impregnó en el aire.

Los aullidos de lobos y los sonidos de resistencia terminaban en una lucha inútil.

Me helé al escuchar el grito del humano y, al final, todo se silenció en el latido de un corazón.

Ese depredador peligroso los mató a todos.

Entonces miró hacia mí.

Sus pupilas rojas se estrecharon sobre mi silueta, mientras avanzaba lentamente en las tinieblas.

Temblé con la espalda pegada a la pared, retrocediendo, y las uñas arañando los ladrillos bajo mis manos.

Casi desnuda, frente a su aura abrazadora que me rodeó posesiva.

Aguanté la respiración cuando lo tuve pegado a mi cuerpo.

Si decía que le temía estaría mintiendo; lo que sentía era demasiado loco para esta situación.

Sus manos se hundieron en mi cuello, su aliento sobre el mío agitado.

Sentía el corazón a punto de salirse de mi pecho, que rozaba el suyo.

Bajó el rostro medio oculto en sombras y me olfateó profundamente, salvaje.

Como un depredador a punto de devorarme.

Me recorría un frenesí embriagador.

—¿Por qué eres tan imprudente? —susurró en mi oído esa voz grave y ronca… peligrosa.

Me quedé callada, sin saber qué responderle.

No paraba de olerme.

Su lengua acarició lentamente la herida de mi mejilla, probando mi sangre.

Sentía el cosquilleo bajo el toque húmedo y el gruñido primitivo que se escapó de su garganta al lamer mi sabor.

Diosa, debería apartarlo.

¿Por qué le estoy permitiendo a un vampiro hacerme esto?

—Al final, me obligaste a acercarme a ti.

—Mmnn… —mordí mi labio inferior al sentir su rodilla colarse entre mis piernas y presionar mi coño caliente.

—Pensé que eso era lo que buscabas… acercarte a mí…

Encontré mi voz para responderle. No me quedaría tan pasiva.

Continué jugando con fuego y abrí más las piernas para subirme sobre su muslo.

—Mn … no sabes lo que estás pidiendo…

—Creo que soy bien grandecita para saber lo que quiero… no tengo cómo pagarte el rescate —jadeé contra su boca.

Jamás había hecho algo tan descarado con un extraño.

Pero el deseo crudo hablaba a través de mi garganta.

—Me tienes loco, mujer…

Con un gruñido cargado de necesidad, me besó al fin en la boca.

Abrí mis labios, lo dejé chuparme y meter su lengua.

Lami sus colmillos afilados, chocando contra los míos en ese beso arrasador y apasionante.

Me aferré a los hombros anchos de su chaqueta, de puntillas aunque estaba en tacones.

Era enorme y fuerte, olía a cuero, ron y café amargo, a lujuria intoxicante.

El bulto en su bragueta apretada se sentía duro y grueso… mmn, listo para dar tanto placer.

Sus manos rudas fueron a mis nalgas, apretándolas lascivo, colándose por debajo del diminuto body.

Jadeaba pesado, empujándome contra la pared.

Estaba dispuesta a saltar sobre su cintura… Diosa, estaba dispuesta a todo…

Con un vampiro desconocido. En una callejuela tenebrosa.

¿Qué rayos pasaba conmigo?

—Aamnnn… —gemí con los ojos entrecerrados cuando me chupó el cuello.

Tan profundo que creí que abriría mi piel y bebería ahí mismo de mi sangre.

El filo de sus dientes pasaba por mis venas, pero en el último instante… lo sentí tensarse de golpe.

Rugió una maldición llena de molestia.

Todo se enfrió de golpe.

—¿Qué…?

Me quedé perpleja cuando se separó de un salto, como si hubiese cometido un error imperdonable.

La frialdad me golpeó igual que puñetazos invisibles.

Él volvió a tomar distancia en la oscuridad.

Pero escuchaba los latidos apresurados de su corazón, su respiración excitada… él me deseaba.

—¿Qué sucede? ¿Hice algo mal?

Mis estúpidos complejos tomaron justo ese momento para salir a flote.

—Esto… no está bien…

Habló ronco, entrecortado.

Parecía que le costaba horrores contenerse.

Incluso me pareció que sus orbes cambiaban de tonalidades rojizas.

Intenté ver mejor su rostro, pero nada… ¡maldit4 sean mis deficiencias!

—Ambos somos adultos. No me obligaste…

—El hecho de que le permitas esto a un desconocido, en un callejón, es justamente por lo que atraes a este tipo de acosadores.

—¿Perdón? —fruncí el ceño, tensándome.

De repente, me sentía muy expuesta para el giro que dio la conversación.

—Tú eres el que lleva días acosándome, mirándome con tu rollito de hombre misterioso. ¡Nadie te pidió que aparecieras como el héroe! —comencé a enojarme.

—¿Entonces te acuestas con cualquiera que te haga un favor? —escupió con rabia contenida.

Ah no, ¡¿qué mierd4 le pasa a este capullo?!

—Mira, vampirito, ya bastante tengo de insultos por hoy. ¿Ahora me quieres llamar prostituta? ¡Toma la maldita fila porque hay otros delante de ti!

Di un paso, subiendo la barbilla, luchando para que la voz no me temblara.

Sus acusaciones dolían más de lo que deseaba aceptar.

—Si ya comprobaste lo que querías, entonces me marcho a mi antro.

Le di la espalda, saliendo de la oscuridad, buscando la única y precaria bombilla sobre la lejana puerta.

Parpadeé con rapidez, alejando la sensación acuosa de mis ojos.

No avancé mucho cuando sentí un tirón en mi brazo.

Me iba a girar con ira, pero su boca se pegó de nuevo a mi oído.

Su presencia, enorme detrás de la mía.

—No le hables a nadie de lo que pasó aquí —susurró, y su aliento calentó mi cuello.

De nuevo esas chispas saltaron entre nosotros, en cada sitio donde nos tocábamos.

Pero esta vez no cedería tan fácil.

—No se preocupe, señor. No le diré a nadie que se relacionó conmigo —le respondí venenosa, y jalé mi brazo de un tirón para alejarme.

No miré atrás mientras recogía y me ponía el abrigo largo que había sido dejado en el suelo.

Pero sabía muy bien que él se quedó observando cada uno de mis movimientos.

Abrí la puerta y me sumergí con prisas en las luces rojizas del pasillo.

Mi espalda impactó con fuerza sobre el metal, mi cabeza dando vueltas.

Subí los dedos para acariciarme los labios que aún cosquilleaban.

Mi cuello ardía por sus chupones apasionados.

Pero luego, sus palabras tan hirientes me hicieron bajar la mano de golpe.

—¿Qué te importan los insultos de un extraño? —murmuré con una sonrisa llena de amargura.

—Tú te lo buscaste solita, ahora no te quejes.

Volví a colocarme la coraza que había creado para protegerme.

Aún no me explicaba por qué bajé mis defensas tan rápido, pero lo tenía muy claro: esto no pasaría de nuevo.

Me sumergí en el club con un asunto mucho más serio ocupando mis pensamientos.

¿Qué iba a hacer con los cuatro cuerpos degollados en el callejón?

Mi aroma estaba mezclado con el de ellos.

Lo peor, había un humano.

Esto era grave. Demasiado grave.

Cuando encontré a Cassidy en los casilleros del bar, recogiendo su bolsa, la tomé de la mano y la llevé a un lado.

—¿Qué sucede, Blair? Hueles muy… intenso —me dijo, olfateándome y haciendo una mueca rara—. Un macho te marcó con una advertencia…

—Olvídate de eso. Tengo un problemón —le dije con ojos complicados.

—Tenemos que desaparecer unos cuerpos: tres hombres lobo y… y mi vecino.

—¿Qué? —Cassidy me jaló más lejos de oídos chismosos.

—Blair, joder… ¿en qué te metiste ahora?

Ella sabía muy bien la implicación de esto, y me arrepentí en el momento de pedir su ayuda.

La manada de esos lobos rastrearía al culpable. Y lo peor de todo era Richard… un humano.

Si esto llegaba a oídos del Congreso, mi cabeza rodaría… y la de Cassidy también.

—Mierd4, estamos jodidas…

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