BLAIR
No importa cuánto deseé retroceder mis acciones.
—Cassidy, no, no vayas. No quiero que dejes tu olor —intenté detenerla mientras avanzábamos por el estrecho pasillo.
Miramos a todos lados. Por suerte, la mayoría de los clientes y empleados se habían marchado. Era casi el amanecer.
—Si no me decías nada, te cortaba la lengua —se giró para señalarme con un dedo amenazante antes de avanzar en silencio hacia la esquina donde ocurrió todo.
Suspiré, siguiéndola. Sin ella apoyándome, estaría completamente a la deriva.
—Uf... esto huele demasiado intenso.
Sus palabras me devolvieron de golpe todos los recuerdos. ¿Él seguiría rondando por aquí?
—Blair, ¿estás segura de que fue aquí?
Nos quedamos ambas paradas, como idiotas, frente a un desastre de basura maloliente regada por todo el suelo.
—Fue aquí, estoy segura —incluso caminé y comencé a apartar los desperdicios.
—Cassidy... no entiendo... ¿eh?... ¡espera!
Corrimos hasta casa. Nuestras pisadas y respiraciones agitadas eran lo único que se escuchaba por la acera desierta.
Subí las escaleras de mi edificio hiperventilando. No dijimos palabra hasta que la puerta de mi apartamento se cerró de golpe.
—Cassidy... ¿viste algo? —jadeé pesadamente, recargándome contra la madera. La ropa se me pegaba a la piel sudada.
Ella fue directo a la nevera.
—¡Olvídate de eso! Me trajiste dando tumbos, ¿qué pasó? ¿De qué escapábamos? ¿Era él?
Me estremecí al pensar en el vampiro.
—Ese vampiro que te salvó limpió la escena del crimen para protegerte. Si nos quedábamos más tiempo, lo hubiéramos arruinado —explicó, sentándose en el viejo sofá de cuadros.
Me quedé pensando.
—¿Crees que sea tan fácil zafarse de esto? —me senté en la banqueta de la encimera.
Asentí, no muy convencida.
—La manada de esos tipos buscará al culpable. El humano...
—Y por cierto, Blair... —se giró en el umbral—. No te relaciones más con ese hombre. Los vampiros son peligrosos.
Me advirtió con seriedad.
Poco después escuché la ducha.
A esas horas sabía que se quedaría a dormir, como otras tantas veces.
Me quedé en silencio, sentada en la sala, rezando a los cielos que esta locura saliera bien.
—Cassidy tiene razón. Mejor no verlo más —me dije, pensando en ese ser misterioso.
*****
Los días pasaron y no lo volví a ver.
No apareció más en el club y yo continué con mi vida.
Una mañana, la campanilla del bar-restaurante sonó.
Tres tipos con cara de pocos amigos, chaquetas de cuero y pinta de moteros.
Mi mano se apretó sobre el trapo con el que limpiaba los vasos.
Y estaba casi segura de que estaban investigando la desaparición de sus compinches.
Se sentaron en una mesa vacía del salón y miraron en mi dirección.
—¡Ey, camarera! —llamaron.
—Yo los atiendo —dijo Cassidy, saliendo de la cocina.
Antes de que pudiera dar un paso, ya se les había acercado.
Entre la algarabía de los clientes, pude escuchar algunas cosas.
Cassidy les respondió con negativas, pero no se quedarían conformes con eso.
Disimulé lo mejor que pude, pero la inquietud me calaba los huesos.
—¡Cinco especiales para la mesa tres! —gritó al cocinero por la ventanilla.
—Cassidy…
Durante gran parte del turno, estuvieron comiendo y hablando. Varias veces se acercaron a pedir bebidas.
Me tensé cuando uno de ellos me abordó directamente. Un pelinegro intimidante.
— Preciosa, ¿has visto a tres lobos fortachones por aquí en estos días? Mira, son estos - incluso sacó su celular para mostrarme una foto.
Y si me quedaba alguna duda de que se trataba de esos cerdos, las despejé.
—Por aquí pasan muchas caras todos los días —le respondí, serena—. No sabría decirte bien.
—Ofrecemos buena recompensa por información útil —sacó la billetera.
—No es cuestión de dinero. ¿O quieres que me invente algo solo para sacarte unos pavos?
Lo miré fijamente alzando una ceja.
—Prefiero la verdad. Gracias por las cervezas —dijo, tomando las botellas y volviendo a su mesa.
Suspiré apenas. Me forcé a ignorarlos hasta que finalmente se marcharon.
Pensé que habíamos salido de su radar… pero al día siguiente, al salir de mi departamento, lo vi otra vez.
Estaba hablando con mi vecina.
Ella levantó la cabeza y me miró fijamente, de una manera que no pude descifrar.
¿Acaso descubrieron que esa noche los lobos se juntaron con Richard?
El peligro se cerraba a mi alrededor. Y lo sentía cada vez más cerca.