CAPÍTULO 162 — Nuevas vidas que unen
Había dejado atrás a Bárbara y su rabieta en la acera, y con ella, esa sensación pegajosa de estar viviendo una vida que no le pertenecía. Aquí, en el hospital, la realidad era más cruda, pero también más honesta.
Llegó a la habitación 304. La puerta estaba entreabierta.
Camila estaba recostada en la cama, con el rostro lavado y ojeras marcadas, pero con una expresión de serenidad que la hacía parecer una madonna renacentista. Valentino estaba sentado al borde del colchón, inclinado hacia ella, susurrándole algo que la hizo sonreír débilmente. Y en un sillón cercano, María mecía un pequeño bulto envuelto en una manta azul pastel.
Gabriel golpeó suavemente la puerta con los nudillos antes de entrar.
— ¿Se puede? —preguntó en voz baja, cuidando de no romper la magia del momento.
Valentino levantó la cabeza y, al verlo, su rostro se iluminó. Se puso de pie de un salto, abandonando el cansancio que segundos antes cargaba en los hombros.
— ¡Gabriel! —ex