CAPÍTULO 163 — La verdad en la sangre
Isabella estaba de pie frente a la mesa central, intentando enfocar la vista en un boceto de la colección de otoño. Las líneas de grafito parecían moverse por sí solas, ondulando como serpientes sobre el papel blanco.
— Fátima, pásame la muestra de seda carmesí, por favor —pidió Isabella, extendiendo la mano sin levantar la vista.
Su voz sonó extraña, algodonosa, como si hablara desde el fondo de un pozo.
Fátima, que estaba organizando unos encajes en la estantería lateral, se giró con la muestra en la mano.
— Aquí tienes, Isa. Creo que este tono va perfecto con… —Fátima se detuvo en seco al ver a su amiga—. Isabella, ¿estás bien?
Isabella parpadeó, tratando de disipar los puntos negros que habían empezado a bailar en su visión periférica. El zumbido en sus oídos aumentó de volumen, ahogando el ruido del taller.
— Sí, sí… solo… —Isabella intentó apoyarse en la mesa, pero sus manos resbalaron sobre la superficie lisa.
El mundo se inclinó violentame