CAPÍTULO 119 — El pasado que no quieres soltar
Alejandro conducía hacia su oficina sin pensar realmente en adónde iba. El tráfico avanzaba lento, y él tenía la mirada perdida entre los edificios, atrapado en un torbellino de pensamientos que no le daban tregua. Cuando reaccionó, el auto ya estaba estacionado frente al edificio de Isabella.
No sabía cómo había llegado allí. Su mente lo llevó sin consultarle.
Y justo en ese momento la vio.
Isabella bajaba de su coche, con el bolso al hombro y el gesto serio propio de un día cargado de trabajo. Alejandro salió del vehículo casi impulsivamente y caminó hacia ella.
— Isabella.
Ella se detuvo. La sorpresa se transformó rápidamente en molestia.
— Alejandro… no puedes aparecer en mi oficina todos los días. Yo también tengo trabajo. —Suspiró, cansada—. He intentado ser sincera contigo.
— Necesito hablar —insistió él, acercándose—. Hablar sobre nosotros.
Ella apretó los labios. Miró hacia la entrada del edificio, hacia la recepción, hacia su re