Dueles (2da. Parte)
El mismo día
Londres
Matthew
Como fiscal, mi rutina es clara: reviso evidencia, leo informes, reúno pruebas, escucho testimonios… y elimino basura de las calles. No hay espacio para la piedad. Solo el deseo feroz de justicia. Porque cuando estoy frente a un criminal, no veo una cara, ni una historia… veo el daño. La destrucción que dejaron a su paso.
Sin embargo, por primera vez, mi juicio estuvo contaminado. Borroso. Inestable. No podía ser objetivo. No podía pensar con frialdad. ¿Cómo hacerlo si la mujer sentada al otro lado del vidrio, esposada, acusada de asesinato… era la misma que cada noche me robaba el aliento?
Rachel Miller no era una sospechosa más. Era fuego. Era deseo. Era mi maldita adicción. Y, aun así, la parte de mí que aún se aferraba a ser fiscal intentó resistirse. Intentó encajar las pocas piezas que conocía en su lugar, analizar los hechos, actuar con profesionalismo para ejercer justicia… incluso frente a la nueva evidencia.
Y ahí estaba yo, de pie frente al escr